El realizador Stephen Soderbergh nos ofrece un film curioso. Curioso porque pese a que en el reparto aparecen caras sobradamente conocidas (Ewan McGregor, Dennis Quaid, Michael Douglas, Antonio Banderas, Channing Tatum, Michael Fassbender), la protagonista, Gina Carano no sólo es debutante en el cine, sino que su carrera profesional ha tenido más que ver con la lucha que no con la interpretación.
El realizador nos ofrece un film que voluntariamente se acerca al cine de série B de los 70, construyendo una trama de espionaje moderna alrededor del personaje de Mallory (Carano). La película parece una burda copia de la saga de Bourne pero rodada con pocos medios. A lo largo de los 90 minutos escasos que dura el film, a modo de "flashback" para ponernos en situación, recorremos unas cuantas ciudades como Barcelona o Dublín, para darle un aire internacional "a lo Bourne", aunque el recorrido es menos glamouroso que la mencionada. La película podría pasar perfectamente como un film de bajo presupuesto si no fuera por la presencia de tanto nombre ilustre en el cartel. Desde la fotografía, pasando por el montaje, ciertos insertos explicativos y el hecho de servirse de una protagonista no profesional, incluso las escenas de acción y movimiento recuerdan a los modos de hacer cine de proyectos de bajo presupuesto.
El film parece más bien un ejercicio de estilo, emulando las formas del cine independiente y de série B. Desde luego, como sucede con una película de acción, sus imágenes resultan mucho más estimulantes cuando hay peleas y tiroteos que cuando no los hay. Soderbergh nos ofrece algunas cosas interesantes, como el cambio de roles al inicio del film, siendo la mujer la que conduce y tiene el dominio y la parte masculina es la queda fascinada con la presencia (y de paso le sirve para poner en antecedentes al espectador). También es interesante la presencia de Gina Carano ante las cámaras, cuya soltura aumenta proporcionalmente con las escenas de acción y referidas a ellas, quizás aquí encontramos lo mejor de todo. Soderbergh filma las escenas de acción con cámara fija, sin efectos digitales, sin "montaje nervioso" e incluso sin banda sonora, con sonido real, consiguiendo una sensación casi desconocida en el espectador degustador habitual de este tipo de films: realismo y aunque sin efectos no por ellos menos espectacular.
No parece que Soderbergh se tome excesivamente en serio este film, pero desde luego quienes piensen que ha olvidado sus orígenes independientes y sólo se dedica a grandes superproducciones, tendrán que callarse. Además, tiene su mérito conseguir la participación primeras espadas en roles secundarios casi reducidos a la categoría de cameo. En definitiva, es un film entretenido sin grandes pretensiones que demuestra que no hacen falta grandes explosiones o efectos especiales para hacer una película de acción.