Los últimos guerreros es una película poco interesante, la verdad. De hecho, sorprende que hoy en día no sea considerada racista, dada la visión tan exótica y casi turística que ofrece de los Cheyenne y, en general, las tribus nativas de Norteamérica. Pero claro, la película no es en sí demasiado conocida, por no decir nada conocida, así que por qué prestarle más atención.
El principal problema es que, más allá de la buena química entre Barbara Hershey y Tom Berenger y de los maravillosos paisajes naturales (de Alberta y British Columbia, Canadá, no Estados Unidos), que son casi la mejor razón para disfrutar de la película, Los últimos guerreros no sirve de mucho ni como historia fascinante y/o entretenida ni como documento etnográfico sobre los Cheyenne y los Dog Soldiers, una de las seis sociedades militares de la tribu.
Pasable, pero poco más.