Seamos sinceros: en el momento de su (limitadísimo) estreno, el atractivo principal de El novio de mi madre era Michelle Pfeiffer, cuya carrera ya en aquel entonces no era ni por asomo la que tuvo en los 80 y los 90. Además, la premisa no era mala: una relación incipiente entre una mujer madura y un hombre más joven, interpretado por un Paul Rudd dando sus últimos coletazos como héroe romántico antes de reinventarse como cómico gamberro y Ant-Man.
Ahora, el atractivo de esta película es ser el debut en pantalla grande de la gran Saoirse Ronan, antes incluso de su descubrimiento mundial con Expiación. Y, la verdad, merece la pena, porque la protagonista de Brooklyn o Mujercitas es de largo lo mejor de la película. Su frescura, su talento, su carisma y su habilidad para la comedia son la luz de la película de Amy Heckerling. No hay más que ver el momento en que hace una curiosa versión del "Ironic" de Alanis Morrissette para darse cuenta de que la niña era ya un talento espectacular, como ha venido demostrando desde entonces y hasta ahora, convertida ya en una de las mejores actrices del momento.
Lo demás, pues es una comedia romántica que sigue todos los tópicos del género. No es horrible, no es execrable, no tiene realmente nada de malo, pero quien espere una genialidad que se vea una comedia de Richard Curtis o, mejor, de Billy Wilder, porque aquí desde luego que no la va a encontrar. Es simplemente pasable, y si no fuera por Saoirse Ronan, igual tendría un punto menos de valoración, pero bueno. Se deja ver.

Lo mejor: Saoirse Ronan, soberbia.
Lo peor: No es nada del otro mundo.