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España España · san sebastian
Voto de Izeta:
7
Musical Cuando la flota atraca en el puerto de San Francisco, Bake Baker sólo piensa en recuperar a su antigua novia y pareja de baile, Sherry Martin. Mientras tanto, su amigo Bilge Smith mantendrá un romance con Connie, la hermana de Sherrie. Pero las cosas no discurrirán apaciblemente: Bake tiene la costumbre de hacerle perder sus trabajos a Sherrie, y Bilge no parece preparado para sentar la cabeza. (FILMAFFINITY)
10 de diciembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ponerse una de Fred Astaire y Ginger Rogers es como acudir a la vieja pastelería de la esquina y escoger, de entre un variado surtido, el mismo perfecto pastel de reconocido relleno que hemos degustado mil veces y que, sabemos, no nos va a defraudar.
Vamos a ver bailar a Ginger y Fred. Todo lo demás no importa. Y Mark Sandrich lo sabía. Por algo era el director favorito de la inolvidable pareja. Porque con su gran criterio profesional, ponía todo su saber hacer al servicio de los números de estos artistas.
Y es que los números solían ser soberbios. Y nunca eran iguales. Con músicos de la talla de Irving Berlin en ésta, Cole Porter en otras, sus bailes y canciones permanecen en el recuerdo para siempre en la memoria del espectador.
Pero esta peli tiene dos fallos. Uno es la subtrama a cargo de Scott y Hilliard que aquí decidieron, no sé por qué, darle un tono más dramático y menos ligero que en otras comedias. Que no, que no. Que Fred Astaire y Ginger Rogers es sinónimo de gozo, placer y alegría de vivir. Meter siquiera una sombra de drama es empañarla.
Y otro defecto es el atuendo. Fred Astaire era el bailarín más elegante pero no tenía percha y eso sólo el frac podía disimularlo.
Pero los números musicales siguen siendo memorables. Aunque en esta película yo destaco el último naturalmente.
Ahí sí. Ahí Fred se nos planta con frac. Ginger con uno de esos vestidos de increíble ruedo. Y juntos, ejecutan una danza que, tal y como lo rodaban, de principio a fin sin cortes perceptibles, de cuerpo entero, logrando que el espectador crea que están bailando en el salón de su casa, se creaba esa magia imposible de describir.
Ya no podemos ver bailar así, en una sola pieza. No es posible. Ese trabajo de rodar sin cortes debía suponer un trabajo titánico, al parecer, imposible de rentabilizar hoy en día. Por eso en los musicales de hoy en día no vemos bailar en realidad. Sólo vemos cortes, cortes y cortes. Y esto era Arte, ¿no creen?.
Izeta
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