Kevin Spacey es un genio, y encima con duende. La película se salva gracias a su interpretación y a un prometedor director que sabe que tiene un buen reparto y también sabe usar semejante plantel de actores dando un ejemplo brillante de cómo se puede y debe mantener un plano.

En el otro extremo, la frialdad. Tal vez era la sutil pretensión de Chandor, pero las secas decisiones y sacudidas de casi todos estos tiburones de las altas finanzas que han destrozado a cientos de miles de familias sólo me transmite eso, frialdad simple, con lo más peyorativo de la palabra, con escasísima emoción. Hasta el extremo que he de decir que más frío, mudo y seco me dejó en la butaca sin duda la explícita Inside Job, siendo "tan sólo" un documental.

Pero siempre nos quedará Spacey, con su dignidad y su conciencia nada convencida (*spoiler) o el discurso cruel de quien la perdió hace décadas y se justifica como lo hacemos generalmente cualquiera de nosostr@s para no tener que cambiar y sentirnos puros e intocables. Y al fin y al cabo, lo triste es que, finalmente, el poderoso caballero en palabras del genial Quevedo casi siempre decidimos que pueda más que las conciencias.