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Voto de Chris Jiménez:
7
Comedia Wally es ciego y Dave sordo. Cuando un hombre es asesinado delante de su puesto de prensa, se convierten en los principales sospechosos. Para probar su inocencia tendrán que ayudarse mutuamente: Wally prestará sus oídos a Dave y éste sus ojos a Wally. (FILMAFFINITY)
9 de noviembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando vemos que una persona es testigo de un crimen la policía suele preguntarle las mismas cosas: "¿oyó usted algo?, ¿vio algo extraño?".

Es lógico, pero...¿qué pasa si ese mismo crimen es cometido delante de un sordo y un ciego? Pues simplemente que se armará un lío grandísimo y, a todas luces, divertidísimo. "No me Chilles, que no te Veo", tercer y penúltimo film en el que se unieron los geniales Gene Wilder y Richard Pryor tras "Locos de Remate", se posiciona entre mis comedias ochenteras favoritas, un proyecto que TriStar Pictures tenía en mente viendo el éxito de taquilla logrado por las anteriores colaboraciones de los cómicos, cuyo guión sería reescrito por Wilder contando con el veterano y no menos irregular Arthur Hiller tras la cámara, quien ya les había dirigido en "El Expreso de Chicago".
"¡Da la casualidad de que entre los dos lo vieron y oyeron todo!". El irascible e histérico capitán Braddock no podría haberlo expresado de mejor manera. Una misteriosa mujer (con las piernas más perfectas del mundo y que huele de maravilla) que podría haber sido sacada directamente de un clásico del cine negro ha disparado a un hombre, y los únicos que han "presenciado" el asesinato son David Lyons y Wallace Karew; uno resulta ser sordo y el otro ciego. Y resulta curioso que el film se inicie con algunos ciudadanos discutiendo y peleando entre ellos...

Y es que la gente se lleva mal, sí, y no son muchos los que entienden el significado de comprensión y tolerancia en este Mundo, cosa que perseguirán los protagonistas de la película, quienes después de ser interrogados por una policía del todo incompetente y desagradable y escaparse de comisaría, se cruzarán con la asesina y su cómplice. Mientras huyen de estos villanos, en realidad estereotipos del género representados de la manera más bufonesca, David y Wallace habrán de llegar hasta el jefe de aquellos que intentan matarlos y desentrañar el misterio que se esconde tras una importante moneda de oro. ¿Cómo se resuelve este embrollo? De la manera más absurda y alocada posible.
Así se pone el dedo en la yaga desde el primer momento. Un sordo y un ciego, dos hombres tocados por la desgracia y desplazados por una cruel sociedad en la que intentan ser aceptados, la cual se lo niega constantemente, terminan enredándose en una intriga criminal que bebe directamente de la más clásica tradición "hitchcockiana" (siendo el film básicamente una versión cómica y con invidentes de "Con la Muerte en los Talones" ) y que resolverán gracias a su mutua cooperación e ingenio al tiempo que aceptan con dignidad e incluso con humor su discapacidad.

Todo esto se traduce en un puñado de inolvidables "gags" que sobre todo circulan entre lo juvenil, lo ingenioso y lo muy disparatado, añadiendo a la comedia física unos diálogos descacharrante que llegan de la manera más natural, con los que es imposible no reir a carcajadas, y en una trama que no destaca por su originalidad, pero no importa. El objetivo de Hiller y del dúo Wilder/Pryor, donde demuestran como nunca la buena química que hay entre ellos, es entretener al espectador, y ello se consigue desde el principio hasta el final de la película en un clímax con sorpresa de lo más divertido, pues el ritmo, ya sea por el humor o por la acción, resulta trepidante.
También sería imposible tocar en la actualidad temas como los que se tocan aquí a través del humor negro, ¿acaso hoy día en una comedia comercial (para toda la familia, se entiende) oiríamos algo como "Esta mañana he encañonado a esa mujer desnuda con mi erección" o chistes raciales como el que hace Pryor en el tren, o diálogos con tantas palabrotas seguidas, o aparecer una mujer desnuda así como así, o hacer mofa de dos discapacidades tan importantes como la ceguera y la sordera? Sin duda la obsesión por lo políticamente correcto ha conseguido que hubiera mucha más libertad hace treinta años que ahora.

Y es que aquel humor tan propio de los '80 ya no volverá a repetirse. Por su parte, los grandes Wilder y Pryor, sensacionales, son acompañados por buenos secundarios como Kirsten Childs, un Anthony Zerbe en estado de gracia, nuevamente de villano y que interpreta un enfrentamiento memorable contra Pryor, ese jovencísimo Kevin Spacey, una preciosa Joan Severance transformada en genuina "femme fatale" y ese Alan North al borde del ataque cardíaco que se lleva una de las mejores frases de la película: "Hemos pasado por todo esto para atraparlos...¿y ahora no les puedo matar?".
Pese a su ilógica e incongruencias que van más allá de lo imaginable, "No me Chilles, que no te Veo" conseguiría rendir muy bien en taquilla, aunque ni a los críticos ni, curiosamente, al dúo y a Spacey les acabó gustando el guión, llegando a afirmar de la película que era un auténtico desastre. Sea como fuere hoy día está considerada por muchos (al igual que un servidor que escribe estas líneas) como una de las comedias más divertidas de aquella mágica década, sin duda la mejor colaboración entre Wilder y Pryor.
Chris Jiménez
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