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Voto de Chris Jiménez:
8
7.0
6,063
Terror
Inexplicablemente, los habitantes de un apacible pueblo pierden el conocimiento durante unas horas. Poco después se produce otro extraño e inquietante fenómeno que parece estar relacionado con aquel desmayo: muchas mujeres del pueblo descubren que están encintas. Agentes del gobierno supervisan estos embarazos para investigar si existe o no tal relación. Cuando las madres dan a luz, resulta que curiosamente todos los recién nacidos son ... [+]
12 de marzo de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"A partir de las 10:17 horas de aquella noche, las informaciones con respecto a Midwich fueron defectuosas. Todos los teléfonos quedaron cortados, el autobús que atravesaba el pueblo no llegó a Stouch, y un camión enviado en su busca no regresó. La brigada de bomberos fue enviada también y, a consecuencia, no se volvieron a tener noticias...".
Descripción inquietante de un suceso que quedaría en la mente y las tripas de muchos aficionados a la ciencia-ficción y el terror literario. El ilustre generador de intrigas, miedos y creador de fascinantes escenarios apocalípticos John Wyndham imagina su propia versión de una invasión extraterrestre en "The Midwich Cuckoos", publicada en 1.957, tan solo dos años después de que Jack Finney revolucionara tal concepto con sus "Ladrones de Cuerpos", y el deseo de realizar una adaptación se estaba preparando en Hollywood incluso antes de convertirse en todo un éxito.
Las casualidades del destino quisieron que el proyecto gestado en MGM y pensado para rodarse en estudio fracasara y terminase emigrando a tierras británicas, y lo cierto es que no se pudo tomar una decisión mejor. Entra el buen George Sanders y el proyecto se le encarga a Wolf Rilla, esforzado director independiente que tras abrirse camino en el seno televisivo y un par de éxitos discretos, forma parte de la filial inglesa de la productora. Su mano y la del guionista Ronald Kinnoch son decisivas para dar unos retoques a lo escrito por el nada desdeñable Stirling Silliphant; los mayores cambios con respecto a la fuente aparecen desde el mismo principio.
En este caso Rilla no precisa de un narrador en primera persona, también personaje de la historia, que nos informe a cada momento; mejor es descubrirlos al tiempo que la gente de ese pequeño pueblo de la campiña británica (en boca de Wyndham: "apartado de la Historia" y "en cuyos vecindarios confluyen todas las arquitecturas florecientes entre las dos reinas"), quienes tampoco gozan de una presentación formal. La acción de la película empieza con el extraño fenómeno que antes duraba un día y aquí una hora, la villa sumida en el silencio sepulcral y sus habitantes como estatuas. "Midwich estaba hechizado...".
Extrañeza y desasosiego, amparados en el blanco y negro rugoso de George Faithfull; este primer acto se extiende ante nuestra sorpresa de que todo bicho viviente que atraviese cierto perímetro caerá fulminado, y además eliminándose, con mucho acierto, la presencia de un "objeto plateado no identificable" que dañaría la sensación inexplicable de los hechos. Bastante apresurado por la falta de tiempo y presupuesto de los que dispuso, el director nos da a conocer a estos aldeanos, gentes sencillas en su pacífico paraíso bajo la vigilancia del clásico grupo de científicos militares que deliberan sin llegar nunca a una conclusión razonable.
Las teorías aquí son fútiles ya que el elemento alienígena desaparece, dejando en incógnita el "parón" y el embarazo de todas las mujeres fértiles del lugar. Pese a ello el guión se acerca a los detalles del discurso y el desarrollo del libro, volviendo al origen de esa amenaza exterior, el uso de armamento militar, un pánico provocado por una Guerra Fría que se recrudece con la creación de las Fuerzas Estratégicas Soviéticas y la inclusión de cohetes y poderosas armas nucleares en submarinos, independientemente del intento de reuniones pacíficas entre Eisenhower y el primer ministro Jruschov.
Se trata de un clima de insatisfacción global que Wyndham aprovechaba tan bien como Finney para implantar el miedo hasta en las comunidades más remotamente aisladas, ajenas al progreso del mundo exterior. Rilla y Kinnoch siguen su pista, reduciendo el número de personajes, de subtramas y, por consiguiente, de esos bebés que en pocos años desafiarán las conciencias, deseos y moralidades de todos los habitantes; y es que la idea de un grupo "distinto", menor en número pero capaz de doblegar a un enemigo mayor (el pueblo) aumenta esa impotencia, de asfixiante opresión tan bien capturada por el director y su operador.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Todos estos niños, la perfecta figuración de una nueva generación que, en el rechazo de las tradiciones, emociones y desfasada ética de la generación anterior, sin duda será la más apta para sobrevivir en el mundo del futuro. Las preguntas se agolpan con respecto a cómo de lejos habrían llegado si hubiesen tenido oportunidad de escapar, y quizás sea mejor no planteárselo porque aterra hasta lo más hondo...
Por otra parte, sin muchos alardes, ni despliegue de medios, ni caros efectos especiales, sólo dotada de una eficacia artesanal de primera clase basada en el miedo a lo desconocido, el esfuerzo de Rilla, con tres semanas de producción, acabó siendo todo un éxito internacional, y, hoy por hoy, de las películas de ciencia-ficción/terror más influyentes de la Historia del cine. No se puede decir lo mismo de su secuela ni del innecesario "remake" de Carpenter.
Descripción inquietante de un suceso que quedaría en la mente y las tripas de muchos aficionados a la ciencia-ficción y el terror literario. El ilustre generador de intrigas, miedos y creador de fascinantes escenarios apocalípticos John Wyndham imagina su propia versión de una invasión extraterrestre en "The Midwich Cuckoos", publicada en 1.957, tan solo dos años después de que Jack Finney revolucionara tal concepto con sus "Ladrones de Cuerpos", y el deseo de realizar una adaptación se estaba preparando en Hollywood incluso antes de convertirse en todo un éxito.
Las casualidades del destino quisieron que el proyecto gestado en MGM y pensado para rodarse en estudio fracasara y terminase emigrando a tierras británicas, y lo cierto es que no se pudo tomar una decisión mejor. Entra el buen George Sanders y el proyecto se le encarga a Wolf Rilla, esforzado director independiente que tras abrirse camino en el seno televisivo y un par de éxitos discretos, forma parte de la filial inglesa de la productora. Su mano y la del guionista Ronald Kinnoch son decisivas para dar unos retoques a lo escrito por el nada desdeñable Stirling Silliphant; los mayores cambios con respecto a la fuente aparecen desde el mismo principio.
En este caso Rilla no precisa de un narrador en primera persona, también personaje de la historia, que nos informe a cada momento; mejor es descubrirlos al tiempo que la gente de ese pequeño pueblo de la campiña británica (en boca de Wyndham: "apartado de la Historia" y "en cuyos vecindarios confluyen todas las arquitecturas florecientes entre las dos reinas"), quienes tampoco gozan de una presentación formal. La acción de la película empieza con el extraño fenómeno que antes duraba un día y aquí una hora, la villa sumida en el silencio sepulcral y sus habitantes como estatuas. "Midwich estaba hechizado...".
Extrañeza y desasosiego, amparados en el blanco y negro rugoso de George Faithfull; este primer acto se extiende ante nuestra sorpresa de que todo bicho viviente que atraviese cierto perímetro caerá fulminado, y además eliminándose, con mucho acierto, la presencia de un "objeto plateado no identificable" que dañaría la sensación inexplicable de los hechos. Bastante apresurado por la falta de tiempo y presupuesto de los que dispuso, el director nos da a conocer a estos aldeanos, gentes sencillas en su pacífico paraíso bajo la vigilancia del clásico grupo de científicos militares que deliberan sin llegar nunca a una conclusión razonable.
Las teorías aquí son fútiles ya que el elemento alienígena desaparece, dejando en incógnita el "parón" y el embarazo de todas las mujeres fértiles del lugar. Pese a ello el guión se acerca a los detalles del discurso y el desarrollo del libro, volviendo al origen de esa amenaza exterior, el uso de armamento militar, un pánico provocado por una Guerra Fría que se recrudece con la creación de las Fuerzas Estratégicas Soviéticas y la inclusión de cohetes y poderosas armas nucleares en submarinos, independientemente del intento de reuniones pacíficas entre Eisenhower y el primer ministro Jruschov.
Se trata de un clima de insatisfacción global que Wyndham aprovechaba tan bien como Finney para implantar el miedo hasta en las comunidades más remotamente aisladas, ajenas al progreso del mundo exterior. Rilla y Kinnoch siguen su pista, reduciendo el número de personajes, de subtramas y, por consiguiente, de esos bebés que en pocos años desafiarán las conciencias, deseos y moralidades de todos los habitantes; y es que la idea de un grupo "distinto", menor en número pero capaz de doblegar a un enemigo mayor (el pueblo) aumenta esa impotencia, de asfixiante opresión tan bien capturada por el director y su operador.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Todos estos niños, la perfecta figuración de una nueva generación que, en el rechazo de las tradiciones, emociones y desfasada ética de la generación anterior, sin duda será la más apta para sobrevivir en el mundo del futuro. Las preguntas se agolpan con respecto a cómo de lejos habrían llegado si hubiesen tenido oportunidad de escapar, y quizás sea mejor no planteárselo porque aterra hasta lo más hondo...
Por otra parte, sin muchos alardes, ni despliegue de medios, ni caros efectos especiales, sólo dotada de una eficacia artesanal de primera clase basada en el miedo a lo desconocido, el esfuerzo de Rilla, con tres semanas de producción, acabó siendo todo un éxito internacional, y, hoy por hoy, de las películas de ciencia-ficción/terror más influyentes de la Historia del cine. No se puede decir lo mismo de su secuela ni del innecesario "remake" de Carpenter.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Uno de los mayores problemas, tanto del texto original como de la adaptación, es la manera en que las anunciadas madres quedan completamente desplazadas ante su estado y la futura presencia de sus hijos; al no estar aprobada la ley del aborto y darse el caso en un entorno de raíces tradicionales, Wyndham retorcía el estómago del lector con las peculiares "soluciones" de las mujeres (por ejemplo arrojarse por las escaleras para matar al feto, impensable para los ejecutivos de MGM).
Ni el borrador ni el guión modificado las toma en cuenta, de ninguna manera, sólo serán víctimas silentes de esta aberrante versión del "baby boom" y de las calumnias (de infidelidad y relaciones extramatrimoniales) que surgen a su alrededor.
Son los hombres, en todo momento, tanto fuera como dentro de Midwich, los que deciden y reflexionan. Tampoco se separará la trama del protagonista, Gordon (unión de su álter-ego homónimo literario y el narrador), y de la tensa situación vivida en su casa por culpa de su hijo David, en lugar de inspeccionar otros hogares tomados por el increíble poder mental y el carácter frío de esos pequeños rubios que van a formar su propia comunidad perfecta, desde dentro pero aparte de la que les está acogiendo, cuales parásitos en proceso de formación.
También es clave el cambio fundamental que el nativo alemán y su colaborador llevan a cabo para hacer más digerible el deseo de exterminio, aparentemente inmoral y nada ético, de los niños por parte de los habitantes: cuando en la novela sólo eran capaces de manipular las conciencias ahora se les concede el poder de introducirse y leer las mentes de los demás, una leve deshumanización que ayuda a empatizar con el ansia de los temerosos y cada vez más acorralados adultos y a dar un toque distinto a todo lo ocurrido en el clímax final, donde Gordon decide enfrentarse a sus alumnos.
Momentos memorables como éste y otros tantos (el suicidio involuntario en el coche del joven que casi atropella a la niña; los aldeanos, quemándose a sí mismos en mitad de la noche; o, sin estridencias ni diálogos, el instante espeluznante en que dos de los "niños especiales" controlan la mente de otro para que les devuelva la caja china) son buenos ejemplos de la gran eficacia de Rilla en el uso de la forma y las atmósferas, modeladas desde sus dos perfiles, el británico y el alemán: las influencias de los films de la Hammer y la impronta visual del heredado expresionismo.
Aunque es el espíritu de Rod Serling el que planea sobre el metraje de principio a fin, pues bien mirado "El Pueblo de los Malditos" no desentonaría en la programación habitual de "The Twilight Zone". Pero también es cierto que al cineasta le limita tanto el tiempo y el dinero como la época; de estar realizada a mitad de aquella década de los '60, o a finales, la propuesta sería más experimental en la forma y más arriesgada en su discurso, tal vez dejando la enorme cantidad de violencia desatada en la novela y su tramo final, donde los niños, víctimas de su inocencia aún no disipada, son engañados por Gordon y luego asesinados.
Es un distintivo genial el del autor, que pone entre la espada y la pared al lector con sus ambiguas ideas sobre la moral, dejando que los niños, al fin y al cabo, sucumban a la mentira del adulto por muy inteligente que sea su raza; en la película, además de eliminarse la diferencia genética entre varones y féminas, se hace hincapié en su condición extraña y monstruosa hasta el último momento.
Ello lo subraya el elenco infantil tan bien escogido, con Martin Stephens a la cabeza en su papel del escalofriante David...pero no menos escalofriantes son Linda Bateson, Roger Malik y sobre todo June Cowell, quien más de un respingo provoca en la columna vertebral con su mirada y expresión impertérrita.
Ni el borrador ni el guión modificado las toma en cuenta, de ninguna manera, sólo serán víctimas silentes de esta aberrante versión del "baby boom" y de las calumnias (de infidelidad y relaciones extramatrimoniales) que surgen a su alrededor.
Son los hombres, en todo momento, tanto fuera como dentro de Midwich, los que deciden y reflexionan. Tampoco se separará la trama del protagonista, Gordon (unión de su álter-ego homónimo literario y el narrador), y de la tensa situación vivida en su casa por culpa de su hijo David, en lugar de inspeccionar otros hogares tomados por el increíble poder mental y el carácter frío de esos pequeños rubios que van a formar su propia comunidad perfecta, desde dentro pero aparte de la que les está acogiendo, cuales parásitos en proceso de formación.
También es clave el cambio fundamental que el nativo alemán y su colaborador llevan a cabo para hacer más digerible el deseo de exterminio, aparentemente inmoral y nada ético, de los niños por parte de los habitantes: cuando en la novela sólo eran capaces de manipular las conciencias ahora se les concede el poder de introducirse y leer las mentes de los demás, una leve deshumanización que ayuda a empatizar con el ansia de los temerosos y cada vez más acorralados adultos y a dar un toque distinto a todo lo ocurrido en el clímax final, donde Gordon decide enfrentarse a sus alumnos.
Momentos memorables como éste y otros tantos (el suicidio involuntario en el coche del joven que casi atropella a la niña; los aldeanos, quemándose a sí mismos en mitad de la noche; o, sin estridencias ni diálogos, el instante espeluznante en que dos de los "niños especiales" controlan la mente de otro para que les devuelva la caja china) son buenos ejemplos de la gran eficacia de Rilla en el uso de la forma y las atmósferas, modeladas desde sus dos perfiles, el británico y el alemán: las influencias de los films de la Hammer y la impronta visual del heredado expresionismo.
Aunque es el espíritu de Rod Serling el que planea sobre el metraje de principio a fin, pues bien mirado "El Pueblo de los Malditos" no desentonaría en la programación habitual de "The Twilight Zone". Pero también es cierto que al cineasta le limita tanto el tiempo y el dinero como la época; de estar realizada a mitad de aquella década de los '60, o a finales, la propuesta sería más experimental en la forma y más arriesgada en su discurso, tal vez dejando la enorme cantidad de violencia desatada en la novela y su tramo final, donde los niños, víctimas de su inocencia aún no disipada, son engañados por Gordon y luego asesinados.
Es un distintivo genial el del autor, que pone entre la espada y la pared al lector con sus ambiguas ideas sobre la moral, dejando que los niños, al fin y al cabo, sucumban a la mentira del adulto por muy inteligente que sea su raza; en la película, además de eliminarse la diferencia genética entre varones y féminas, se hace hincapié en su condición extraña y monstruosa hasta el último momento.
Ello lo subraya el elenco infantil tan bien escogido, con Martin Stephens a la cabeza en su papel del escalofriante David...pero no menos escalofriantes son Linda Bateson, Roger Malik y sobre todo June Cowell, quien más de un respingo provoca en la columna vertebral con su mirada y expresión impertérrita.