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Voto de Chris Jiménez:
6
Western Oklahoma, 1889. Unos hombres acusan injustamente a Jed Cooper (Clint Eastwood) de haber robado ganado y no dudan en ahorcarlo. En el último instante, lo salva un comisario que trabaja a las órdenes del juez Fentom. Aclarados los hechos y demostrada su inocencia, el juez aconseja a Cooper que olvide lo ocurrido y le ofrece un puesto como comisario. Su misión será capturar vivos a los que intentaron lincharlo para que sean juzgados por el juez. (FILMAFFINITY) [+]
3 de julio de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién es culpable y quién inocente?, ¿y quién tiene el divino poder, además de Dios, de decidirlo?
A veces, en una tierra como es el salvaje Oeste, donde la justicia es un mero espejismo, en donde se acusa por igual a inocentes y a culpables, a locos y a cuerdos, la ley se ve forzada a revelarse tajante y, en ciertos casos, inmisericorde.

Es 1.967 y Clint Eastwood regresa a su patria convertido en una auténtica estrella siendo por siempre (aunque hubiese trabajado en un par de proyectos más) "El Hombre sin Nombre" de la celebérrima Trilogía del Dolar de Sergio Leone, quien ha conducido el "western" hasta a sus más infernales abismos; pero, con 37 años, adinerado como es y con ganas de iniciar proyectos bajo su absoluto control, llega a EE.UU. y funda la compañía Malpaso, donde enseguida ofrece trabajo a sus amigos Buddy Van Horne, James Fargo o, como en este caso, Ted Post, convirtiéndolos en sus colaboradores por muchos años.
Poco después se pone a trabajar sobre el guión de Leonard Freeman y Mel Goldberg, variación de "La Ley de la Horca" de Robert Wise, y recomienda al anterior mencionado (ya que Leone estaba algo ocupado), quien había dirigido varios de los episodios de la serie "Rawhide", a la dirección; nace la primera película de Malpaso y se llama "Hang'em High" ("Cometieron dos Errores" en su no tan acertada traducción). Así volvemos a ver a Eastwood de nuevo en el Oeste, pero ya no es alguien sin nombre, no aparece con el mismo poncho de nuevo, no tiene barba y su personaje tiene nada y menos que ver con el que encarnó en las tierras almerienses.

Ahora se llama Jebediah Cooper, y es un hombre justo con título de abogado que ha sido linchado y colgado a sangre fría por un grupo de miserables que no saben cómo de rápido se les ha ido la suerte. Sí, no es una historia demasiado complicada, es una historia de venganza y punto...pero no como se espera: es una venganza cumplida a través de la ley. La influencia de Sergio Leone le ha marcado de por vida (lo de la soga es un buen guiño a "El Bueno, el Feo y el Malo"), y es algo que el joven Eastwood demuestra en el film, donde se conjuga el estilo del más clásico "western" estadounidense con un toque de ese cine del Oeste realizado bajo producción italiana.
Pero lo que sobre todo quiere hacer el actor y futuro director es deshacerse una vez más de la etiqueta de "cowboy más guapo del Mundo" que le habían puesto los fans de "Rawhide", pues su personaje de la serie, Rowdy Yates, era poco más que un chiquillo plano y sin sombras, que obedecía órdenes y no servia para absolutamente nada...un personaje que Eastwood odiaba con toda su alma. Tal era el odio que le tenía que el comienzo de "Hang'em High" no puede ser más esclarecedor: después de una bonita secuencia de apertura en la que vemos a Yates reencarnado en Cooper, entre terneros y naturaleza, aparecen de la nada unos cowboys que le dan una paliza y le dejan colgando medio muerto de un arbol; la imagen de Yates de niño torpe y guapo ha sido destruida por fin. Eastwood puede respirar tranquilo.

"Hang'em High" trata en un sentido muy liberal de la imposibilidad de la venganza, del callejón sin salida existencial de toda justicia personal, además del frío horror del castigo del Estado (el ahorcamiento, la pena capital), pretendiendo realizar una crítica bastante severa de esa "justicia" impartida que muchos hombres, llamándose a sí mismos "defensores de la ley", llevan a cabo para querer demostrar que el orden en el territorio se ha de respetar si se desea hacer de él una gran patria (años más tarde veríamos a otro personaje de Eastwood, Harry Callahan, luchando también contra aquellos que aplicaban la ley como más les parecía, sin pensar realmente en los derechos de los culpables y las víctimas).
Mientras unos chicos inocentes son ahorcados sin posibilidad de indulgencia, el juez Fenton (siempre observando con pesar desde la ventana de su despacho como un emperador que contempla desde palacio su triste y podrido reino) asiente con la cabeza al verdugo mientras una muchedumbre ruidosa asiste, cual espectáculo circense, a la ejecución. La crítica hacia el sistema judicial y penal estadounidense es abrasiva y demoledora, y así lo escucharemos de boca de Cooper ("nueve hombres en un descampado con una sucia cuerda o un juez con su toga delante de la bandera americana").

En tanto que se confirman las influencias del "spaghetti western" en estilo y técnica (veloces "zooms" de cámara, planos detalle a los ojos y a las espuelas, por no hablar de algunas piezas musicales), Eastwood y Post hacen mella en el fondo moral y desarrollan un discurso cargado de lecturas en una línea cercana a la que practicaron y practicarían los revisionistas Arthur Penn, Monte Hellman o Sydney Pollack sirviéndose de una muy interesante trama llena de violencia, intriga que se desarrolla eficaz hasta el esperado enfrentamiento final e impactantes secuencias (como aquella de los seis ahorcamientos).
También merecen recordarse las colaboraciones del brillante Pat Hingle, Ben Johnson, L.Q. Jones, unos desconocidos Bruce Dern y Dennis Hopper (no tan fácil de reconocer), además de la música de Dominic Frontiere, la dura fotografía de Richard Kline y Leonard South y la dirección de Post, quien se maneja con oficio tras la cámara. Dos errores argumentales quieren acabar con la credibilidad del film (en Zona Spoiler), no obstante, aun con ellos, se puede decir que estamos ante un bien rodado e interpretado pequeño clásico del género.

Clásico olvidado entre otras futuras obras más recordadas, aunque erróneamente, ya que si algo demostró Eastwood era que tenía la suficiente capacidad y talento para continuar con el género que le llevó al estrellato no haciendo parodia del mismo, sino rindiéndole el homenaje más sincero a través de su más mordaz desmitificación.
Y quien no lo vea presuponiendo que se va a encontrar ante una obra menor sí que estaría cometiendo un error...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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