Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Chris Jiménez:
7
Comedia. Fantástico La batalla final en la eterna guerra entre el Bien y el Mal tendrá lugar en Nueva Jersey, cuando dos ángeles caídos intenten destruir el universo entero, a menos que alguien logre detenerlos. Estos dos ángeles, Loki y Bartleby, tratan de hallar un modo de acabar con su exilio perpetuo en Wisconsin, cuando se topan con el plan perfecto para regresar al paraíso: la posibilidad de eludir el dogma que les permitirá retornar al Cielo, si ... [+]
20 de marzo de 2018
Sé el primero en valorar esta crítica
¿Existía un décimotercer apostol?, ¿los ángeles no pueden beber alcohol?, ¿la Biblia omitió la mitad de la vida de Jesús?, ¿tuvo María familia numerosa?, ¿Dios es negro?
Kevin Smith nos trae la políticamente incorrecta solución de algunos de los más recónditos secretos divinos a nuestros oídos empapados de falsas creencias, incorrectas enseñanzas e incuestionables dogmas, y lo hace mofándose de toda la religión cristiana sin cortarse un pelo y con un par de narices.

Esta batalla épica entre el Bien y el Mal comienza cuando tres pequeños demonios dan una paliza de muerte a un pobre mendigo en New Jersey, dejándolo en estado comatoso en el hospital; parece que el suceso poco, o más bien nada, tiene que ver con la depresiva Bethany Sloane, quien tiene bastante con trabajar en una clínica donde a sus puertas se reúnen, día sí, día también, decenas de protestantes contra el aborto, pero nada más lejos de la realidad.
Porque una noche se le aparece en su cuarto Metatron, un gruñón serafín que dice ser el portavoz de la voz de Dios, con una misión: detener a dos ángeles renegados llamados Bartleby y Loki que pretenden cruzar las puertas de la iglesia de Red Bank durante una ceremonia religiosa de reconversión. Si lo hacen recibirían indulgencia plenaria, algo que pondría en entredicho el mandato divino de Dios y llevaría al fin de la existencia...¡ahí es nada! Por suerte, en esta cruzada santa, Bethany estará acompañada de un apóstol negro, una atractiva musa y dos valerosos profetas...a los que ya nos conocemos bien.

A finales de los '90 se puso de moda eso de sacar películas sobre el fin del Mundo, la venida del Diablo y todo ese rollo. Hyams llegó con "El Fin de los Días", Jean-Marc Piché con "El Enviado" y hasta Polanski con "La Novena Puerta". En este panorama tan apocalíptico para muchos sería una sorpresa lo que Smith estrenaba en las pantallas en Noviembre de 1.999, una aventura de connotaciones religiosas con la que se desligaba de su trío de comedias iniciado a mitad de década.
"Dogma" fue un proyecto de largo aliento para el de Jersey (fíjense en los créditos finales de "Clerks"), con el que marcaría así el inicio de otra etapa como cineasta; no sabemos si eso ocurrió de verdad o no, lo que sí es cierto es que el hombre le puso empeño, manteniendo ciertos elementos de sus anteriores obras y a la vez reinventándose, para dejar claro que podía arriesgar en otros géneros con la misma originalidad y frescura. Nacido y criado en un hogar católico, Smith decidió que ya era hora de poner en solfa algo que no fueran las relaciones amorosas ni las cuestiones existenciales de jóvenes de clase media-baja, sino la religión en la que había sido educado: la cristiana.

Ese es su objetivo, saquear la Biblia como un forajido y poner patas arriba todo lo relacionado con el cristianismo. Pocos directores podrían haber llevado al cine una sátira sobre la religión con tanto descaro (los Monty Python lo hicieron años atrás con "La Vida de Brian", pero su crítica era simplemente incendiaria y paródica...sin olvidar que también fue brillante). Smith ahonda profundamente y con seriedad en el tema y lo transforma todo en una ingeniosa y mordaz comedia, dejando a la imaginación teorías y creencias harto conocidas desde una perspectiva desenfadada, sin el ánimo de ofender a nadie, lo que incluso se nos indica al principio del film.
En efecto, "Dogma" es otro paso adelante para el director, pero éste tampoco se aparta de su estilo y patrones habituales; como en anteriores títulos, no dejamos de ver a los protagonistas hablando, hablando sin parar y tomándose su tiempo para informar a Bethany, que simplemente es una guía del espectador, sobre mil sucesos y personajes que desconoce. Así avanza la trama, entre conversaciones, aunque una cosa es cierta: se habla más de cine que de religión; si otro realizador estuviera al cargo esto sería una burrada repleta de efectos visuales y acción por todas partes, pero no es el caso. Lo que Smith quiere es que pensemos un poco en lo que es Dios, el cristianismo, la fe y la Biblia y de paso nos riamos con ello.

Aunque los únicos personajes que se repitan esta vez sean Jay y Bob y se dejen de lado el Quick Stop o los cómics, tenemos otros puntos que remiten a su particular universo. No pueden faltar su querida ciudad natal de Red Bank, el hockey, el skeeball, las referencias cinéfilas (bueno, aquí hay para aburrir, ¿eh?), o el eterno guiño a "Star Wars". Aparte de esto vuelven a aparecer los colaboradores habituales del director, desde Ben Affleck a Jason Lee pasando por Brian O'Halloran, Jeff Anderson, Scott Mosier, Matt Damon, Walter Flanagan y Bryan Johnson (a quien le dedica una bonita historia), quienes actúan junto a la legendaria pareja Smith/Mewes, una terrible Salma Hayek, que reitera esa creencia de que sólo sirve para exhibir su cuerpo y ya está, el impagable Chris Rock y una Linda Fiorentino extrañamente sosa que le robó el papel a Joey Lauren Adams. El mejor secundario es Alan Rickman, ni que decir tiene, y el mejor aspecto técnico es la banda sonora del mítico Howard Shore.
Tras ver "Dogma" no sabes cómo quedarte, si indiferente, perplejo o sumamente tonto por haberla aguantado de principio a fin, pero de algún modo parece que ha merecido la pena; un segundo visionado ya gusta más, incluso te dan ganas de abrir la Biblia y hacer las rectificaciones, y al final te lo acabas tomando todo a broma y ya está.

Esta visión tan optimista no la compartieron en absoluto los numerosos grupos católicos que tildaron al film de blasfemo y que, ni cortos ni perezosos, se manifestaban a las afueras de los cines que lo exhibían (esa gente es que no sabe tomarse nada a broma).
Se nota que no vieron "Persiguiendo a Amy", donde en un momento dado Banky profería aquella sabia sentencia "en fin, vive y deja vivir...".
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow