Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Thriller Tras haber tenido que abandonar la Unión Soviética en 1929, Leon Trotsky acaba exiliado en México. Un agente de Stalin, Frank Jackson, es enviado al país americano con la misión de acabar con él. (FILMAFFINITY)
24 de octubre de 2015
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando se llevó a cabo La Revolución Bolchevique en la Rusia de 1917, uno de los miembros más activos fue Lev Davidovich Bronstein, mejor conocido por el nombre Lev Trotski (León Trotsky) apellido que tomó de su guardián durante su estadía como prisionero en Siberia. Por derecho propio, Trotski fue luego miembro del politburó junto a Lenin, Stalin, Kámenev y Krestinski… pero tras la muerte de Lenin, fechada el 21 de enero de 1924, las marcadas diferencias que había entre Stalin –sucesor de Lenin- y Trotski, hicieron su relación imposible. Trotski, intelectual y persuasivo, era también autoritario, tendía a resolver los problemas que se presentaban muy a su manera, y su excesiva confianza alentaba grandes peligros… esto último, le haría ver un cielo con nubes grises.

Stalin, por su parte, aunque tosco y caprichoso, según señalaba Lenin, quien al tiempo lo admiraba por su gran capacidad organizativa y por su ímpetu y compromiso, a diferencia de Trotski que abogaba por ‘La Revolución Permanente’ (“La revolución no puede limitarse a una sola nación, debe internacionalizarse porque sólo sobrevivirá si triunfa en los países más avanzados”, escribió), entendió que los rusos querían la paz tras tantos años de guerra civil e internacional, y se sumó a la causa del pueblo dedicando sus mayores esfuerzos a consolidar internamente la revolución.

Bajo la acusación de violaciones a la disciplina del partido, Trotski fue excluido del politburó a la primera oportunidad y el líder intelectual marchó al exilio, el cual encontró fin en la tierra mexicana que, entonces, gobernaba Lázaro Cárdenas y donde fue recibido por el pintor Diego Rivera y su esposa Frida Kahlo, mientras curiosamente, otro gran pintor, David Alfaro Siqueiros, se involucraba en una conspiración que pretendía matarlo. Hacia allí marchó Trotski con sus libros y en compañía de su segunda esposa Natasha Sedova… y es aquí donde comienza el último episodio de su vida que, con un guión de Nicholas Mosley, el director Joseph Losey nos contará de manera altamente dramática.

En principio, un reiterado cartel durante una marcha obrera, dará cuenta de la repulsa que, en ciertos sectores universitarios, causaba la presencia de Lev Trotski en Mexico, pero luego, Losey nos irá mostrando a un personaje sensible, de brillante intelecto y decididamente comprometido con su pretendida Cuarta Internacional (“Cuando los oprimidos conocen la verdad queda abierto el camino de la revolución”)… y entonces, quizás lleguemos a comprender el conflicto interior al que se ve abocado Ramón Mercader, aquí tan solo citado como Frank Jacson, nombre que usó en el pasaporte con el que llegó a México. Sin embargo, se nos dará una pista cuando Natasha dice a su marido: “El dice que es belga, pero a mi me parece español”. Y en otro aparte, la insistente pregunta del policía que le interroga: “¿Quién es usted?”, es una invitación para que ahondemos en el tema, ya que, en un filme político de menos de dos horas, es imposible, y a veces prudente no dar todos los detalles.

Acudiendo un poco a ese estilo de ciertas frases en off que tanto le gustara y que tan efectivamente usara en “The go-between”, Losey decanta de nuevo su historia para mostrar personajes muy humanos por los que no es fácil llegar a sentir repudio de tipo alguno. Su capacidad para el detalle que matiza y también para el detalle que analogiza o explica -como ese inserto de la corrida de toros que nos permite apreciar lo repugnante y bárbaro de dicho espectáculo, y las banderillas se asemejan luego con la piqueta (picot) que también derrama sangre-, son arte lúcido y un alegato de la más alta eficacia.

Richard Burton, muy convincente y carismático recreando al gran personaje ruso. Alain Delon, muy contenido y eficaz en su papel de auto-forzado verdugo. Y Romy Schneider como Gita Samuels (un personaje semi-ficticio en probable referencia a Sylvia Ageloff, la mujer cercana a Trotsky a la que Mercader seduce para acercarse al líder) de nuevo enamorada, pero esta vez sin mayor conocimiento del hombre que lleva a su lecho.

Sin duda, con “EL ASESINATO DE TROTSKY”, Joseph Losey ha realizado un filme históricamente necesario.
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow