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Voto de Luis Guillermo Cardona:
10
Drama Docuficción sobre el taller teatral que organiza en la cárcel romana de Rebibbia el director Fabio Cavalli, que ensaya con los presos obras de Shakespeare. Los ensayos y la representación final del "Julio César" se alternan con la vida cotidiana de los reclusos. (FILMAFFINITY)
18 de febrero de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El arte es vida, belleza, despertar, descubrimiento… Es magnificación y cuidada interpretación de las hermosas y fascinantes vivencias que suelen ocurrir en la cotidianidad; es exaltación de las poderosas hazañas por las que algunos seres humanos han alcanzado la inmortalidad y, entre otras cosas, con espíritu crítico también da cuenta de los deplorables hechos que jamás deberían volver a suceder.

Con el hacer, el arte da sentido a la vida del hombre, lo saca de la inanidad, la dispersión y el desencanto; le da ocasión de encontrar, o reencontrarse, con el amor, la grandeza y la magia que abunda en el mundo; y le va llevando por el camino del conocimiento, el cual le permitirá allegar la plenitud, la compasión y la esperanza.

Los directores italianos, Paolo y Vittorio Taviani, saben mucho de la vida del hombre del común, y fue esto lo que los impulsó a sacar avante un novedoso ejercicio: Filmar un montaje teatral (la obra: “Julio César” de William Shakespeare ¡nada menos!) en el que, los protagonistas, fueran reclusos en una penitenciaría de alta seguridad, tarea que, además de ofrecer un alto riesgo, cualquier eventualidad podía tirarla al traste. Para el caso se eligió la cárcel de Rebibbia (Casa Circondariale Rebibbia) y tras un amplio casting llevado a cabo por el director de actores Fabio Cavalli, se eligió a Giovanni Arcuri para representar a Julio César, Cosimo Rega (Cassio), Salvatore Striano (Brutus) y Antonio Frasca (Marco Antonio), entre otros. Todos ellos, condenados a cadena perpetua o a largos años de confinamiento, por participación en el crimen organizado, tráfico de drogas y otros graves delitos.

La tarea fue ardua y compleja –con alto aporte del Centro de Estudios Enrico María Salerno-, y el producto final, tiene tres admirables y memorables méritos: Primero, las actuaciones resultaron particularmente emotivas, muy calificadas y de la más alta trascendencia por la ‘autenticidad’ de sus intérpretes y el compromiso que asumieron a todo lo largo del proceso. Dos, el montaje se llevo a cabo con el mayor profesionalismo y sus logros visuales son incuestionables. Por último, el gran valor agregado, es la demostración de que, lo que todo hombre necesita es una oportunidad.

Lo que luego pasó con la vida de algunos de ellos, lo veremos al final del filme y esto nos reafirma en la idea por la que venimos luchando desde hace muchos años: Lo único que puede dignificar a las cárceles, es que se asuma en ellas el más alto compromiso por la resociliación del hombre y, sólo al llegar a este proceso, podremos decir que estamos avanzando hacia verdaderos niveles de civilización.

Hay momentos muy significativos como cuando Striano se impacta con una frase de Shakespeare que le recuerda un episodio semejante que él mismo vivió… o cuando Arcuri lamenta no haber valorado el arte y la historia cuando se los enseñaron en el colegio.

En fin, que, “CÉSAR DEBE MORIR” -filme galardonado con el Oso de Plata en el Festival de Berlín-, hace honor a los caídos en desgracia, muchos de los cuales todavía purgan sus condenas por los errores y horrores cometidos, y con gran altura y compromiso, demuestra que también en ellos continúa latente la voluntad de ser, el talento dignificante… y ciertos rasgos de la Divinidad presente.

Si tú has tenido la generosidad de leer esto y has accedido a la película, ¡por favor, envíale una copia del filme a tu presidente, y mantengamos la esperanza de que alguno se anime a replicar éste relevante ejercicio! Ganará el hombre y ganará la sociedad.
Luis Guillermo Cardona
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