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Voto de Luis Guillermo Cardona:
9
Drama Con el ánimo de apoderarse de su lujoso collar, la joven Barbara Blandish (Kim Darby) es asaltada y luego secuestrada por una pandilla de delincuentes. Pero, la Pandilla Grissom, se entera del hecho... y pronto la joven pasará a sus manos esperando cobrar por ella un millón de dólares, según pretensión de la terrible mamá Grissom (Irene Dailey), pero, los planes tendrán un "pequeño" obstáculo, cuando se enteren de que, Slim (Scott ... [+]
4 de julio de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay toda suerte de especulaciones -algunas más ciertas que otras- sobre la vida del prolífico escritor inglés, René Babrazon Raymond (1906-1985), quien escribiera bajo diversos seudónimos, siendo principalmente conocido como James Hadley Chase. Por años, su hogar en Corseux-sur-Vevey, Suiza, se tornó inaccesible para toda suerte de comunicadores y hasta llegó a decirse que sus últimas novelas fueron obra de un tercero que usaba su nombre. Sobre su originalidad, también se guardan unas cuantas dudas y, personalmente, puedo decir que, su novela “No hay orquídeas para Miss Blandish” (1939), guarda clara cercanía, no solo con la legendaria criminal Kate “Ma” Barker -su fuente principal-, sino también con la relación que, en “Santuario” de William Faulkner, sostienen Temple y Popeye; y “Eva” (1945), tiene muchas similitudes con “Carmen” de Prosper Merimée. En alguna ocasión, hasta el propio escritor, James M. Cain (“El cartero llama dos veces”), lo demandó por plagio de esta novela y le ganó el caso.

Contra todo, las obras de Chase -con sus hermosas mujeres fatales y con esa suerte de hombres aparentemente fuertes, pero, que terminan dominados por ellas-, siguen interesando muchísimo a los lectores y también a los directores de cine que, de tanto en tanto, le siguen adaptando.

“No Orchids for Miss Blandish”, había pasado primero por la escena londinense y fue, luego, llevada al cine, en 1948, guion y dirección de St. John Legh Clowes y con Jack La Rue como Slim Grissom y Linden Travers (quien estuviera en la versión teatral) como Barbara Blandish. Veintitrés años después, y como una suerte de premonición de los curiosos romances rehén-captor que comenzarían a darse, a partir de 1973, con la sueca Kristin Enmark y seguidamente con Patricia Hearst -con lo que comenzó a hablarse de El Síndrome de Estocolmo-, el director Robert Aldrich, nos trae una nueva versión de la novela de Chase, adaptada esta vez por Leon Griffiths y con suficientes “excesos” como para que, las juntas de censura, amolaran sus tijeras.

El filme se exhibió con muchos cortes por “la procacidad de su lenguaje y lo explícito de sus escenas”, pero, ahora que podemos verlo completo, ya lo suyo resulta llevadero al lado de las atrocidades que, con posterioridad, se nos ha permitido ver, pues, sigue siendo harto extraño que, para la “moral” de algunos países y de ciertos medios, es nocivo (¿?) exhibir un par de lindas tetas y es muy normal (¿?) mostrar a un hombre degollando o torturando a otro (¡!!!!).

Se trata de una pandilla -conformada por los hermanos Grissom- que, tras rescatar a la joven heredera, Barbara Blandish, de otra pandilla que la ha secuestrado, por orden de mamá Grissom -la deplorable mujer que los llevó por ese camino-, deciden quedársela, cobrar por ella un millón de dólares… y en el plan está eliminarla luego. Pero, en su macabra idea, va a atravesarse el pequeño Slim, una suerte de psicópata con un cierto retraso mental, el cual queda prendado de la chica desde que la conoce, y lo que se derivará de aquí, quizás nos recuerde a Enmark y a Hearst, y a esas extrañas, pero, siempre posibles manifestaciones del Amor que surgen a veces hasta en el infierno… porque también los que en él están lo ansían con desespero.

El filme luce magníficamente interpretado, siendo, Scott Wilson y Kim Darby, una pareja perfecta en sus altibajos emocionales, pero, sobre todo Wilson, brilla por su eficaz demostración de los rasgos propios de un carácter psicópata. También, Tony Musante, luce magnífico como el hermano prepotente y burletero; Irene Dailey, nos impacta como Ma’ Grissom; y la cantante rubia, Connie Stevens, es la cuota sexy, luciendo unas piernas ‘de película’.

Más allá de la violencia que abunda en “LA BANDA DE LOS GRISSOM” -que no está nada lejos de la realidad-, lo que puede hallarse es una singular, y muy especial, historia de amor, que quizás nos conmueva profundamente… y eso es lo que la ha hecho alcanzar la trascendencia.

Título para Latinoamérica: LA PANDILLA GRISSOM
Luis Guillermo Cardona
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