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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Drama. Romance Una mañana de invierno un maduro norteamericano y una joven muchacha parisina se encuentran casualmente mientras visitan un piso de alquiler en París. La pasión se apodera de ellos y mantienen relaciones sexuales en el piso vacío. Cuando abandonan el edificio, ambos se ponen de acuerdo para volver a encontrarse allí, en soledad, sin preguntarse ni siquiera sus nombres. (FILMAFFINITY)
24 de julio de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que puede verse en “EL ÚLTIMO TANGO EN PARÍS”, es de esa suerte de historias que me producen absoluto desconcierto. Lo de menos en ella, es el escándalo que levantó esa hipócrita iglesia en la que, decenas de curas de parroquia “encerraban” a los pequeños acólitos en las sacristías para desfogar su libido… A los alumnos en los seminarios, quienes hacían de instructores, les cambiaban a Dios por Baco… Y otro tanto ligaba con las “buenas” vecinas y con las monjas en los conventos, para probarles que, ellos, eran muy hombres. ¡Toda una orgía en nombre de Dios y del celibato!

Creo que, para directores como Godard, Malle, Fellini… y Bertolucci, “escandalizar”, era sobre todo una disposición a confrontar la hipocresía de los detentores del poder, cuya moral era de puertas pa’fuera, mientras que entre las cuatro paredes a diario ejercían como verdaderos demonios. Si se mira objetivamente las escenas “eróticas” de “EL ÚLTIMO TANGO EN PARÍS”, no se ve más que sugerencias a las que cada espectador debe añadir su propio nivel de morbo. Pero, aún con sus atractivos pechos, Maria Schneider es lo menos parecido a una mujer sensual, y el gran Marlon Brando, se mofa de los moralistas simulando acciones “pecaminosas” que deben de haberle resultado la mar de aburridas.

Lo que interesa también aquí, ya que el filme fue realizado por un director de gran cultura y con un amplio bagaje artístico, son las relaciones humanas entre dos seres antagónicos que, llevados por su soledad y sus vacíos afectivos, el acceso a un espacio impune, los lleva a desfogar su libido para calmar, Paul, su rabia contra sí mismo y su frustración tras el suicidio de su esposa quien tenía un amante, y Jeanne, la vacuidad existencial, no obstante que tiene un novio que juega a cineasta con lo autobiográfico y la improvisación de La Nouvelle Vague. Éste, un claro juego sarcástico que sin duda apunta a Truffaut, al usar como intérprete a Jean-Pierre Léaud.

A diferencia, el filme de Bertolucci luce cuidado en cada imagen; la atmósfera intimista y sórdida está perfectamente lograda; los encuadres transmiten eficaces sensaciones de turbamiento, angustia y soledad; y Brando se conecta con su personaje hasta lograr transmitirnos su desesperación y su desencanto con la vida. Pero, al preservarse esta situación como eje de la historia y sin esperanza alguna, lleva a que dicha conexión no dure lo suficiente y las improcedencias de Paul, terminen por resultarnos molestas y abominables… Así, el desenlace termina por parecernos más que ajustado a los requerimientos de la vida, aunque haya algo que nos dice que no debía ser así.

En fin, que se sale con el alma en el piso de esta película, pero Bertolucci ha logrado que percibamos la enorme complejidad que posee cada ser humano... y esto tiene su significado. A propósito, tiene alguien una clara idea de ¿por qué se suicidó Rosa?

Mención de aplauso para la notable banda sonora de Gato Barbieri, con cuya música en general, y una copa de vino, he pasado de maravilla unas cuantas noches.
Luis Guillermo Cardona
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