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España España · Madrid
Voto de keizz:
9
Drama Aydin, un actor jubilado, dirige un hotelito en Anatolia central con la ayuda de su joven esposa, de la que está muy distanciado, y de su hermana, una mujer triste porque se acaba de divorciar. En invierno, a medida que la nieve va cubriendo la estepa, el hotel se convierte en su refugio y en el escenario de su aflicción. (FILMAFFINITY)
8 de enero de 2015
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirigida por Nuri Bilge Ceylan, “Sueño de invierno” está basada en tres cuentos de Chejov que el director turco ha convertido en una película con sello teatral, de una exquisita factura, dando absoluta preponderancia a los paisajes y los diálogos, y consiguiendo triunfar en la difícil tarea de que el espectador no se resienta de las más de tres horas de duración de la misma.

Nuri Bilge Ceylan indaga sin piedad en la condición humana, en el orgullo y sus consecuencias, en esa facilidad que tienen algunas personas para desarrollar brillantes teorías sobre la vida y al mismo tiempo su incapacidad para enfrentarse con uno mismo. Las dificultades para mostrar los sentimientos. A menudo los hombres aparentemente seguros y bien preparados son los más vulnerables.

Aydin tiene dinero, cultura y buena reputación. Es un hombre respetado por todos en el pueblo. Sus opiniones son escuchadas y escribe en el periódico local una columna de opinión semanal. Sin embargo, no logra abrir el corazón de los suyos. Tiene respeto y hasta admiración, pero no cariño. Y eso le lastra.

Es admirable el modo en que Ceylan compone los personajes. Sin prisa, con el ritmo preciso, va dibujando y mostrando al espectador todos los entresijos de cada personaje de la obra, lo que hay por fuera y por dentro de cada uno de ellos, permitiendo que les conozcamos incluso mejor de lo que se conocen a sí mismos. Y tan fascinantes son los personajes como (diría que aún más) las relaciones entre ellos, lo que hace que nos apeguemos tanto a la película que no queramos que termine nunca.

Todo ello aderezado con un paisaje de estremecedora belleza. Un entorno frío, rocoso, recio, difícil e innegablemente interesante, tanto como los personajes que habitan en él. Cuyos corazones parecen escondidos entre piedras, como las casas en las que se han criado. Almas desilusionadas que sobreviven en un terreno inhóspito rodeados de cinismo, abrumados por el aburrimiento y la monotonía, presos del fracaso y la soledad.

La película es conmovedora porque todos los personajes nos resultan cercanos, porque todos somos un poco ellos. Sus miserias se parecen mucho a las nuestras. Ceylan otorga muchísima profundidad a sus personajes y eso hace que el espectador se sienta explorado, pues se mete tanto en la película como la propia película se mete dentro de nosotros y nos llega adentro, nos desmonta y nos emociona.

Y lo hace sin prisa, sin efectismos, a base de largas conversaciones en las que muestra lo mejor y peor del alma humana. Diálogos trabajados y brillantes, un guión que parece no ir hacia ningún sitio, pero es porque se dirige discretamente hacia lo más profundo de nosotros. Es vida en la pantalla, la vida desnuda. El frío, la melancolía, los perros ladrando, unos amigos bebiendo y haciendo confidencias, el miedo a perder lo que nunca fue tuyo…

No obstante, seguro que habrá gente que le parezca un aburrimiento, demasiado larga, pasan pocas cosas para tantos minutos… en fin, esto no deja de ser algo muy personal y subjetivo. A mí me dijo mucho, pero habrá gente a la que la película no le llegue, y le resulte tediosa. Cuestión de sensibilidades.

La última parte de la película es especialmente brillante. Si te has perdido entre tanto diálogo y tan poca acción y estás pensando en cuándo acabará, no te darás cuenta. Pero si has entrado en la película, la parte final es pura emotividad, absolutamente poética y conmovedora. Un broche de oro a una obra redonda.

Los actores están a un nivel muy alto, pero se nota muchísimo la mano del director en ese buen resultado interpretativo. Y es que la película no tiene fisuras. Obviamente, los diálogos es lo que más llama la atención, pero el resto no se queda atrás, desde la impresionante fotografía a la cuidadísima dirección artística.

Y los matices. Esos que hacen que algunos silencios digan tanto como las palabras. Las miradas rebosantes de expresividad. Las caricias que nunca llegan. Los abrazos reprimidos que se leen en los ojos de los personajes. Eso es cine.

Imposible ver la película y no querer viajar a Capadocia. Yo ya estoy en ello.

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keizz
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