Antes de la crítica contaré una cosa: una vez tuve una idea. Era genial, brillante, de las que te recuerdan que el cerebro es un buen tipo. Cogí esa idea y la plasmé en un guión de cine. Será la hostia, voy a romper moldes, pensaba sin cesar. Me pasaba el día con una erección impenitente que, al no poder aliviarla, hacía que me pasara horas y horas haciendo correcciones en el guión. Ya sabéis, para pulir tal o cual escena y perfeccionar unos diálogos brillantísimos. Lo terminé agotado, pero satisfecho, insuflado de ego.

El guión donde se plasmaba mi idea contaba lo siguiente: Don Quijote, un apuesto caballero interpretado por Hugh Jackman o por Antonio Resines -dependiendo de las agendas-, se ha curado de la locura. Ahora está cachas, y para darle un empaque más actual Sancho Panza ya no saldrá, será sustituido por Tere Torras. Una chica aguerrida a la que le gusta que le llamen Te. A secas. No voy a contar más por si lo plagiáis, pero tan sólo adelantaré que será una aventura épica, con toques de humor, donde los molinos serán sustituidos por muyaidines, que han cruzado las tierras de Castilla para montar una célula.

Y hasta aquí puedo leer. Pero sigamos con la ensoñación. Imaginaos que voy a cualquier productor de cine, serio o español, da igual. Y le presento semejante trozo de mierda estampado en folios din-a4. Resulta que el productor, además de colega y familiar, es un visionario. Y me produce la película.

¿Os imagináis qué sentiríais si acabárais viendo esto en el cine? ¿Os darían ganas de cortarme los huevos, hacérmelos tragar para, a continuación, enterrarme vivo? He profanado un clásico de la literatura con mi guión. Nada tiene ni pies de cabeza, los cambios son absurdos y la historia se sostiene sobre cuatro tópicos tan manidos que se caen a los cinco minutos de metraje.

Pues bien. Eso he sentido yo viendo Furia de titanes. Y escribo esto para advertir a los que me leéis el blog. No vayáis a verla. Ni en 2d, ni en 3d.

Lo mio por fortuna era una triquiñuela. Lo de furia de titanes es sencillamente ignorancia, no haber cogido un libro de mitología en la puta vida.

La foto de cartel muestra a Perseo con una espada afilada. La misma que se me clavó en el ojete cuando salí del cine de ver esto.