Es cierto que el argumento de la película peca de poco original siendo una nueva crítica al racismo desde los barrios marginales, sin embargo Clint Eastwood vuelve a hacer de algo común una obra de arte no solo por su magnífica interpretación sino por sus personajes y por supuesto diálogos.

Sin necesidad de efectos especiales nos muestra un héroe (o mejor dicho antihéroe) del mundo real que evoluciona de blanco a negro a lo largo de dos horas que en ningún momento se hacen pesadas. Si hubiese tenido a otro artista detrás y delante de las cámaras habría pasado sin pena ni gloria pero "el toque de Eastwood" hace de esta cinta un producto digno de verse.