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Voto de Francesca:
9
Drama. Romance Verano de 1947. Stingo, un joven aspirante a escritor, se instala en una pensión familiar de Brooklyn. Su tranquilidad se verá pronto turbada por la terrible discusión de una pareja que vive en el piso de arriba. Cuando conoce a los amantes queda cautivado por su encanto y simpatía. Ella, Sophie Zawistowska, es una hermosa emigrante polaca y católica. Él, Nathan Landau, un encantador y desequilibrado científico judío. Poco a poco, ... [+]
16 de agosto de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la historia de tres inadaptados. Sophie (Meryl Streep) por su pasado; Nathan (Kevin Klein) por su enfermedad y Stingo (Peter MacNicol) por la edad (¡una enfermedad que se cura con el tiempo!).

Estos tres seres solo podían encontrarse porque cada uno halla en el otro algo que colma su falta. Sophie ve en Nathan a su salvador y también alguien con quien olvidar el pasado antisemita de su padre (Nathan es judío). Stingo ve en Sophie a su musa y Nathan ve en Sophie y Stingo a dos seres que le admiran por su genio y extravagancia (una de las formas de la locura, en realidad).

Es la historia de un verdadero holocausto. El Holocausto nazi, el holocausto como acto de abnegación que se lleva a cabo por amor (lo que Sophie hace con Nathan al final de la película) y como sacrificio de uno de sus hijos. ¿Cómo es posible que un oficial nazi le dé a elegir a una madre, como si fuese un privilegio, entre uno de sus dos niños? Es imposible reponerse a eso. Por ello, el destino de Sophie estará ligado hasta el final (sí, el final) al de Nathan que la acogió y se ocupó de ella. Ella volvió a renacer al calor del amor. Pero las marcas (el número de presa, como marca más visible) siguen ahí, en su brazo y en la memoria.

Las escenas en Auschwitz tienen una fotografía en tonos grisáceos. Es el color de la muerte, del dolor, del humo de los hornos crematorios. Contrasta con la brillante luz del presente de la narración, en el país de la esperanza (EEUU, por si no quedaba claro).

El título de la película, basada en la novela homónima de William Styron, le va como anillo al dedo. Es la historia de la doble elección de Sophie: primero tiene que escoger a uno de sus hijos en Auschwitz y después tiene que decidir con cuál de los dos hombres se queda.

La historia está contada por Stingo, un aspirante a escritor que viene del Sur. Un ser imberbe que se queda deslumbrado ante esta pareja vital, despampanante e histriónica. Cada uno de los tres carece de las armas necesarias para seguir el camino solo… salvo Stingo al final (es una película americana y tiene que haber final feliz, pese a todo).

Por ello, la película es también la historia de un viaje iniciático. El de Stingo a Brooklyn para descubrir la vida, el amor y el dolor.

Hay que vivir para contar. “Vivir para contarla”, reza el título de las memorias de Gabriel García Márquez. De alguna manera en esta película se plantea la necesidad de vivir, tener algún recorrido en la vida para ser escritor, porque, dice García Márquez, “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.

Para escribir hay que tener canas, de alguna manera. O haberse iniciado en la vida. Esto es lo que le pasa a Stingo, de inmaduro, pasa a ser hombre y, aunque no se dice, seguro que a partir de esa intensa historia con Nathan y Sophie saldrá un escritor con sustancia.

Frente a la madurez, a la experiencia de Sophie (treinta años apenas en la película), resulta insoportable la candidez de Stingo/Peter MacNicol, literalmente virgen (22 años en la película). Nathan/Kevin Klein increíble en su papel de desequilibrado mental.

Imprescindible verla en versión original, para escuchar ese acento polaco de Sophie cuando habla inglés.

Un ménage à trois particular y doloroso.
Francesca
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