Y ya van 6. Y Harry Potter sigue luciendo tan pulcro y aseado como siempre, aunque se esté haciendo mayor. Evidentemente me refiero a la película y no al chaval protagonista, aunque también. La saga que empezó con la sorprendente y muy entretenida Harry Potter y la piedra filosofal ha ido aguantando el tipo año tras año. A favor de la saga puede decirse que en ningún momento ha perdido el buen gusto, las ganas de hacer un cine tan deslumbrante estéticamente como cuidado en sus contenidos, siempre rodeados por equipos técnicos de altura y con un elenco de secundarios memorable. En su contra diría que a estas alturas es difícil distinguir unas de otras, y que ya uno no espera que Harry Potter le sorprenda, solo se deja llevar por el nuevo espectáculo con la sensación de que ya sabe lo que se va a encontrar.
En cuanto a esta nueva película, Harry Potter y el misterio del príncipe, posiblemente sea la más extraña de todas. Por una lado, y pese a que la acción en esta ocasión es menor, la aventura de magos buenos y malos se vuelve mas grave que en ocasiones anteriores, seguramente porque se incide más en el drama interior de los personajes que en la acción espectacular de otras ocasiones. Como ejemplo sirve el clímax final de la película, con el protagonismo de una situación dramática. Pero además los protagonistas han crecido, y comienzan a mostrar más que curiosidad por el sexo opuesto. Esto da pie a situaciones más o menos románticas, ligeras, previsibles y discretamente divertidas que contrastan con los momentos más dramáticos de la película.
Es posible que en esta ocasión se eche de menos la presencia de una historia con presentación, nudo y desenlace, ya que como he leído en algún otro sitio, esta sexta entrega parece de transición para llegar a la gran aventura final. Pero aun así mantiene el tipo con algunos excelentes momentos, y sobre todo no pierde en ningún momento la calidad de una puesta en escena brillante con momentos visualmente deslumbrantes. Mención especial merecen en ese sentido la dirección artística y la fotografía, esta vez a cargo del francés Bruno Delbonnel.
Los tres protagonistas han crecido mucho desde la primera película. Y la verdad es que se lo han puesto difícil a Daniel Radcliffe, ya que entre el desparpajo de Rupert Grint – Ron y la elegancia y belleza de Emma Watson – Hermione, el pobre Harry Potter resulta un tanto pusilánime. Entre los secundarios, esta vez hay que añadir a los excelentes habituales la presencia de Jim Broadbent, aunque quien de verdad se luce esta vez es Michael Gambon en su ya legendario papel (heredado del fallecido Richard Harris) de Albus Dumbledore.
La séptima entrega de la serie se anuncia dividida en dos películas, y habrá que esperarlas con ganas porque me imagino que para la culminación de la serie tirarán la casa por la ventana en todos los sentidos.