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España España · bilbao
Voto de ernesto:
6
Drama. Cine negro A principios del siglo XX, oleadas de emigrantes procedentes de Europa llegaban a la populosa ciudad de Nueva York. Todos albergaban la esperanza de hacer realidad sus sueños de prosperidad. Muchos procedían de Italia, como la familia de Gino Monetti, un barbero ambicioso y autoritario, que emigró con su paciente mujer y sus cuatro hijos, todos muy distintos tanto psicológica como físicamente. Con los años, Monetti amasó una enorme ... [+]
3 de diciembre de 2010
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine negro no es el fuerte de Joseph L. Mankievicz, al menos en su primera etapa como director. Si ya con una de sus primeras películas, Solo en la noche, se mostró más torpe que de costumbre, con Odio entre hermanos vuelve a dejar de lado esa sutileza que ha sido marca de la casa durante la mayor parte de sus películas. Los diálogos llenos de ingenio o la habilidad para hacer que lo sencillo parezca complejo y a la inversa que se deba en El mundo de George Apley y especialmente en El fantasma y la señora Muir en este cado no aparecen por ningún sitio. Odio entre hermanos resulta una película mucho más obvia, llena de subrayados impropios de alguien como Mankievicz.
Después de varios años de ausencia un hombre regresa al negocio familiar que regentan sus tres hermanos con la intención de saldar algunas cuentas pendientes. Además una mujer lleva ese mismo tiempo esperando su vuelta. Pero en realidad la historia comienza muchos años, cuando el patriarca de la familia regentaba con éxito un negocio de préstamos bancarios. Después de haberse visto obligado a emigrar desde Italia, su ambición y su carácter autoritario le habían llevado a triunfar en el mundo de los negocios. De sus cuatro hijos, todos ellos muy diferentes, solo uno respondía a las expectativas creadas por su padre. Y cuando las cosas se ponen feas es el único en arriesgarse por su padre. En ese momento aparecen conceptos como la traición, la lealtad, el bien, el mal, la ambición y todas estas cosas que hacen de un drama algo intenso.
La historia, pese al dramatismo y a la forzada intensidad de muchos momentos, no consigue imponerse y se sigue con un interés bastante limitado. El poco carisma del protagonista no ayuda a que el espectador se interese por sus dos historias, la de su familia y la relación tormentosa que mantiene con una aspirante a mujer fatal que nunca llega a serlo, y que tiene el rostro de Susan Hayward. Además estas dos historias en lugar de complementarse y enriquecer la presencia del personaje principal, parece que van cada una por su lado.
Supongo que los mejores momentos pertenecen a Edward G. Robinson, que interpreta el papel del patriarca de la familia. Sus frases, sus gestos, sus actitud y hasta la propia interpretación del actor son de una teatralidad que me parece impostada (hasta la música resulta exagerada), pero que al menos consigue sacarte de la tibieza de Richard Conte, el actor que encarna el principal protagonista.
Solo la secuencia final en la casa, entre los cuatro hermanos, está a la altura de ese cine negro de nivel que tanto abundó en esa época.
ernesto
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