No se en que estarían pensando algunos críticos en el último festival de cine de Venecia cuando recibieron Nuevo Mundo como la gran película del festival. Afortunadamente el jurado no lo vio así y premió a otra.
Desde sus primeras imágenes Nuevo Mundo recuerda a América América de Elia Kazan. Tengo que reconocer, aunque me apedreen por ello, que la de Kazan tampoco es una de mis favoritas.
Una familia, de la Italia más profundamente rural de principios de siglo, decide, después de una serie de plomizas peripecias emigrar a América, o mejor a los Estados Unidos. Este comienzo está rodado de forma bastante pedestre y cuesta mucho mantener la atención en lo que nos están contando.
A partir de ahí la película gana bastantes puntos, más que nada por la espectacular y realista recreación de lo que un viaje en barco de esas características podía suponer en aquella época, que por lo que les pasa a los personajes, que siguen sin despertar muchas simpatías.
En la última parte, una vez en Nueva York también se mantiene el nivel, mostrando de forma bastante cruda los vergonzosos trámites por los que tenían que pasar los inmigrantes para entrar en el país. Todo hasta llegar a un final sensiblero pero correcto.
La película está salpicada de extrañas, y no se si muy afortunadas, pinceladas surrealistas que me descolocan más de la cuenta. Pese a ello la secuencia final resulta muy lograda y deja un buen recuerdo.