170/04(11/06/10) Fría primera entrega de las dos partes en que Steven Soderbergh ha dividido su particular homenaje al argentino Ernesto Guevara, conocido como Ché, no es que sea mala, es que esperaba mucho más. Esta arranca cuando se conocen en México Fidel Castro y él, poco después desembarca en Cuba para combatir en el ejército revolucionario contra el dictador cubano Fulgencio Batista y acaba con el derrocamiento de este y la subida al poder de otro dictador, Fidel Castro, la narración está salpicada por escenas del Ché en Nueva York , donde estuvo para dar un discurso en la Asamblea de la O.N.U., donde lanzaría un slogan mundialmente famoso desde entonces, <Patria o Muerte.> y donde también dio una entrevista. La historia se centra en su relación con su tropa, en su deseo de querer acabar con la incultura del pueblo, en su radical forma de ver el mundo, donde el siempre está en posesión de la verdad, donde negociar era de cobardes, donde el demonio ha sido, es y será los Estados Unidos, es el Gran culpable de todos los males habidos y por haber del mundo mundial. Soderbergh trata a esta figura de un modo demasiado plano, no sabemos de dónde le vienen sus inquietudes comunistas, no sabemos porque va a parar a Cuba, no se le ven aristas, se ve demasiado artificial, es tratado casi como una divinidad que está por encima del bien y del mal, hace lo que hace y punto, no se discute. Da la impresión de ser un documental dramatizado, muy didáctico para saber lo que pasó pero poco más, done manipuladoramente los personajes que están con Batista son retratados como unas caricaturas, son malos malísimos además de tontos, todo muy maniqueo, es el clásico film hecho por un acomodado director estadounidense que ha vivido comodísimo del capitalismo pero se siente embrujado por el socialismo y tiene que demostrarlo con este panfletario trabajo, seguro no se hablará en la segunda parte de los presos políticos, lo horrible del comunismo no se menciona, que la realidad no me estropee una maquiavélica película, que no se hable de que Castro en sus comienzos dijo que él no tenía nada que ver con la Unión Soviética ni con el comunismo, para una vez en la poltrona abrazarse a él. Volviendo a los valores del film mencionar su poca intensidad, su monocorde ritmo, todo es lineal sin sobresaltos, a el Ché no se le ve relacionarse de forma intima con nadie, no se le ve sufrir interiormente, no parece tener amigos, no se le hace un estudio psicológico de este icono, el realizador parece tener miedo a rozarlo, el Ché resulta todo muy gélido y distante, no llega a emocionar, no transmite sentimientos, es un bloque de hielo.