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Voto de TOM REGAN:
7
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8.0
2,647
Drama
En el Japón del siglo XVII, Oharu, hija de un samurai, es expulsada de la corte de Kioto y condenada al exilio por enamorarse de un criado. Tras la ejecución de su amante, Oharu es obligada por su padre a convertirse en la concubina de un gran señor, al que su esposa no ha podido dar un heredero. para mayor desdicha, después de dar a luz la arrebatan a su hijo y es expulsada de la casa. (FILMAFFINITY)
24 de diciembre de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
395/07(07/12/22) Penetrante melodrama japonés jidaigekii, es una oda al espíritu de la mujer, canto a la tolerancia, al amor y a la dignidad. Canto a su resistencia ante el machismo imperante a lo largo de la historia y que en muchos casos la ha subyugado de modo humillante. Película que he visto con motivo del 70 aniversario de su estreno (17/04/1952), era una mis lagunas fílmicas por las buenas críticas que conlleva la cinta. Film dirigido por Kenji Mizoguchi a partir de un guión de Yoshikata Yoda, basándose en la novela de “Saikaku Ihara” (1686), protagonizada por Kinuyo Tanaka (un año después se convertiría en la primera directora de Japón) como la protagonista Oharu, en una actuación sobresaliente en la forma en que desprende emociones, ello en un arco de desarrollo muy marcado en sus vaivenes de dientes de sierra entre los efímeros momentos de felicidad y las continuas desgracias cual descenso atrompicado al purgatorio, muy expresiva, notamos su evolución en su rostro (ayudada por el maquillaje) y gestualidad. Dando vida a una ex concubina de un daimyō (y madre de un daimyō posterior) lucha por escapar del estigma de haber sido obligada a prostituirse por su padre. Un relato de marcado por la evolución episódica, con continuas y elegantes elipsis (la figuración de un rostro sobre un icono budista, el llanto de un bebé, las sombras de unos amantes, la vista fugaz de un niño que come,…), desde el presente pasamos a lo que será el gran bloque de la historia con un largo flash-back, en la que seguimos la odisea de esta desgraciada mujer, como la vemos ir descendiendo anímica y físicamente.
Ácida crítica al clasismo social, al Imperio feudal japonés que sometía a las mujeres a recipientes bien sea para el placer de los hombres o para procrear, y después de usarlas se abandonan, explotadas de modo vil y nauseabundo, vendidas ("comprada como un pez en una tabla de cortar", dicen en cierto momento), fecundadas, despojadas de ver a sus hijos, son mera mercancía (como lo muestra bien ese asqueroso ‘inspector’ que tiene a una pléyade mujeres que testar para encontrar a la ‘perfecta’ físicamente). Entrando en temas escabrosos marginales propios del género femenino con el tráfico de mujeres, la prostitución, el maltrato machista, la imposición del heteropatriarcado, ello entrelazado a la avaricia egoísta (si es que la hay que no lo sea), la hipocresía religiosa. Consiguiendo conmover en como empatizamos con la sufridora Oharu (hábilmente en su alegoría vemos como Oharu se refleja en una marioneta femenina, manejada por un hombre), presa de unas convenciones sociales medievales que la oprimen y humillan. Claramente el director quiere a través de mostrar el pasado de esta mujer proyectar al presente las aun rémoras en que viven muchas féminas, visión que llama la atención sobre esto desde un enfoque pesimista y desesperanzador.
Todo ello con el singular sello a la hora de filmar del realizador, apoyado en la cinematografía en glorioso b/n de Yoshimi Hirano (“Nendo no omen”), con sus suaves travellings, composición de planos simétricos, con tomas estáticas a nivel de los ojos cuando están sentados en el tatami, con dramáticas profundidades de campo, hermosas tomas generales, sentidos planos-secuencia, con claro sentido pictórico, todo con un objetivo de ser incisivo de modo neurálgico.
La historia comienza en el Japón del siglo XVII, con Oharu (Kinuyo Tanaka) como una anciana en un templo que recuerda los eventos de su vida. Comienza con ella de asistente de la corte imperial en Kyoto, es exiliada al campo con sus padres por el crimen de enamorarse de Katsunosuke (un escaso, pero siempre sólido Toshirô Mifune), cuyo resultado (debido a la diferencia de clases) es su ejecución y el destierro de su familia. Oharu intenta suicidarse, pero falla y es vendida para ser la amante de Lord Matsudaira (Toshiaki Konoe) con la esperanza de que le dé un hijo. Pero la estéril Lady Matsudaira (Hisako Yimane) está celosa de su belleza, y no pasa tiempo antes de que Oharu sea cruelmente devuelta, con un asqueroso estipendio, a sus padres. Su padre ha acumulado una enorme deuda anticipándose al dinero que pensó que recibirían debido al nuevo trabajo de su hija, por lo que ahora debe venderla como geisha en el distrito del placer.
Tiene un bello y lírico inicio con un precioso y cuasi espectral travelling en una noche sombría y lluviosa, vemos a una encorvada anciana (Oharu) caminar por un poblado desierto, moviéndose cual fantasma, vacilar con sus zuecos, una ajada prostituta, trata de esconder las arrugas que exponen su edad avanzada tras sus ropajes. Se une a unos vagabundos alrededor de un fuego que comentan sobre ella y lo que fue, una bella cortesana. Oharu se detiene en un templo repleto de efigies, ella mira una de ellas hasta que se transmuta en el rostro de un hombre, Katsunosuke, sugiriendo los paralelismos entre el amor y la deidificación de este sentimiento. Y con ello se produce el mágico paso al flash-back tres décadas atrás. 1686 (la era Edo), y vemos en Oharu a una bella joven que es una cortesana que cae presa de sus sentimientos de amor, ello en una poética secuencia con Katsunosuke (Toshirô Mifune, escaso pero siempre sólida actuación) en un jardín, amor prohibido para los de su clase. Imágenes como las tumbas una al lado de la otra que se muestran después de que Oharu besa a Katsunosuke presagian el cruel funcionamiento del destino. Conlleva la ejecución letal para él (Fuera de campo la sentencia) y el destierro para ella (esto filmado bellamente en toma ininterrumpida mientras los padres y ella salen de Kioto con la cámara pasando bajo el puente hasta que pasan por la orilla del rio). El dolor de ella reflejado en como recibe la carta de su madre de Katsunosuke, como la cámara respeta su dolor sin entrar a mostrar su rostro sufriente que reposa en la oscuridad…
Ácida crítica al clasismo social, al Imperio feudal japonés que sometía a las mujeres a recipientes bien sea para el placer de los hombres o para procrear, y después de usarlas se abandonan, explotadas de modo vil y nauseabundo, vendidas ("comprada como un pez en una tabla de cortar", dicen en cierto momento), fecundadas, despojadas de ver a sus hijos, son mera mercancía (como lo muestra bien ese asqueroso ‘inspector’ que tiene a una pléyade mujeres que testar para encontrar a la ‘perfecta’ físicamente). Entrando en temas escabrosos marginales propios del género femenino con el tráfico de mujeres, la prostitución, el maltrato machista, la imposición del heteropatriarcado, ello entrelazado a la avaricia egoísta (si es que la hay que no lo sea), la hipocresía religiosa. Consiguiendo conmover en como empatizamos con la sufridora Oharu (hábilmente en su alegoría vemos como Oharu se refleja en una marioneta femenina, manejada por un hombre), presa de unas convenciones sociales medievales que la oprimen y humillan. Claramente el director quiere a través de mostrar el pasado de esta mujer proyectar al presente las aun rémoras en que viven muchas féminas, visión que llama la atención sobre esto desde un enfoque pesimista y desesperanzador.
Todo ello con el singular sello a la hora de filmar del realizador, apoyado en la cinematografía en glorioso b/n de Yoshimi Hirano (“Nendo no omen”), con sus suaves travellings, composición de planos simétricos, con tomas estáticas a nivel de los ojos cuando están sentados en el tatami, con dramáticas profundidades de campo, hermosas tomas generales, sentidos planos-secuencia, con claro sentido pictórico, todo con un objetivo de ser incisivo de modo neurálgico.
La historia comienza en el Japón del siglo XVII, con Oharu (Kinuyo Tanaka) como una anciana en un templo que recuerda los eventos de su vida. Comienza con ella de asistente de la corte imperial en Kyoto, es exiliada al campo con sus padres por el crimen de enamorarse de Katsunosuke (un escaso, pero siempre sólido Toshirô Mifune), cuyo resultado (debido a la diferencia de clases) es su ejecución y el destierro de su familia. Oharu intenta suicidarse, pero falla y es vendida para ser la amante de Lord Matsudaira (Toshiaki Konoe) con la esperanza de que le dé un hijo. Pero la estéril Lady Matsudaira (Hisako Yimane) está celosa de su belleza, y no pasa tiempo antes de que Oharu sea cruelmente devuelta, con un asqueroso estipendio, a sus padres. Su padre ha acumulado una enorme deuda anticipándose al dinero que pensó que recibirían debido al nuevo trabajo de su hija, por lo que ahora debe venderla como geisha en el distrito del placer.
Tiene un bello y lírico inicio con un precioso y cuasi espectral travelling en una noche sombría y lluviosa, vemos a una encorvada anciana (Oharu) caminar por un poblado desierto, moviéndose cual fantasma, vacilar con sus zuecos, una ajada prostituta, trata de esconder las arrugas que exponen su edad avanzada tras sus ropajes. Se une a unos vagabundos alrededor de un fuego que comentan sobre ella y lo que fue, una bella cortesana. Oharu se detiene en un templo repleto de efigies, ella mira una de ellas hasta que se transmuta en el rostro de un hombre, Katsunosuke, sugiriendo los paralelismos entre el amor y la deidificación de este sentimiento. Y con ello se produce el mágico paso al flash-back tres décadas atrás. 1686 (la era Edo), y vemos en Oharu a una bella joven que es una cortesana que cae presa de sus sentimientos de amor, ello en una poética secuencia con Katsunosuke (Toshirô Mifune, escaso pero siempre sólida actuación) en un jardín, amor prohibido para los de su clase. Imágenes como las tumbas una al lado de la otra que se muestran después de que Oharu besa a Katsunosuke presagian el cruel funcionamiento del destino. Conlleva la ejecución letal para él (Fuera de campo la sentencia) y el destierro para ella (esto filmado bellamente en toma ininterrumpida mientras los padres y ella salen de Kioto con la cámara pasando bajo el puente hasta que pasan por la orilla del rio). El dolor de ella reflejado en como recibe la carta de su madre de Katsunosuke, como la cámara respeta su dolor sin entrar a mostrar su rostro sufriente que reposa en la oscuridad…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
…Tras lo que hay un plano-secuencia desde alto en que Oharu corre al exterior del hogar llevando una daga con intenciones suicidas, entra en un bosque de bambúes, allí intenta apuñalarse, y cuando le quitan la daga, intenta saltar a un pozo, y al final se derrumba en el suelo. Siendo esta la primera etapa de sus reiteradas desdichas, un descenso de degradación moral con escasos remansos de impostada ‘felicidad’, ello Mizoguchi atacando todos los estamentos de la anquilosada sociedad japonesa del SXVII, desde la institución familiar con ese padre avariento que vende a su hija (no así la madre, que es la única que la trata con cariño, aunque no se rebela contra el maltrato ; como la alta aristocracia la utiliza como recipiente vasija para engendrar un heredero y luego la abandonan en la cuneta; como la veja una mujer por su belleza (cortándole cabello); como la humilla la clase religiosa; incluso la humillan por ser mayor para ser prostituta; Un calvario que Oharu intenta llevar con dignidad y orgullo, se mueve por sentimientos y nunca por lo monetario; pero no puede escapar a su encadenado de desgracias, donde los hombres que la mana caen presos de la desgracia (son ejecutados, asesinados o apresados).
Siendo me atractiva la película, le veo defectos, quizás por el paso del tiempo (o simplemente soy yo). Tiene un desarrollo que a veces discurre a trompicones que desconciertan, como el romance que surge al inicio, resulta apresurado todo, sin tiempo para digerir el dramatismo, no hay tiempo, todo muy sintetizado para el poso cuando ya pasamos al siguiente episodio de la triste vida de Oharu. El recorrido me ha resultado demasiado redundante, muy subrayado, folletinesco, llega un momento en que la historia queda muy clara en su mensaje y aún quedan tres cuartos de hora, y es que su metraje me resulta excesivo para lo que cuentan, es un y más y más; También adolece de actuaciones secundarias que den solidez y empaque.
Me queda un agudo drama, aunque hoy día para mí, sobrevalorado. Gloria Ucrania!!!
Siendo me atractiva la película, le veo defectos, quizás por el paso del tiempo (o simplemente soy yo). Tiene un desarrollo que a veces discurre a trompicones que desconciertan, como el romance que surge al inicio, resulta apresurado todo, sin tiempo para digerir el dramatismo, no hay tiempo, todo muy sintetizado para el poso cuando ya pasamos al siguiente episodio de la triste vida de Oharu. El recorrido me ha resultado demasiado redundante, muy subrayado, folletinesco, llega un momento en que la historia queda muy clara en su mensaje y aún quedan tres cuartos de hora, y es que su metraje me resulta excesivo para lo que cuentan, es un y más y más; También adolece de actuaciones secundarias que den solidez y empaque.
Me queda un agudo drama, aunque hoy día para mí, sobrevalorado. Gloria Ucrania!!!