He de reconocer que las expectativas son la clave para que algo te guste o te decepcione. Me gustaría haber visto esta película de la misma manera que vi hace años los Cronocrímenes, porque no sabía quien era Vigalondo y porque no me había decepcionado con Extraterrestre. De todos modos y teniendo en cuenta prejuicios y falsas expectativas no entiendo el nuevo cine de Vigalondo, quizá porque está entre el la originalidad y lo comercial, o puede que porque esperar argumentos sólidos sea un lujo que no nos podemos permitir en el cine. Como siempre la película parte de unas premisas correctas y originales: cine sobre el cine y los actores, gran hermano (pero no el programa de televisión), privacidad y hacking. Los medios son efectivos, cámaras ocultas, webcams y pantallas de ordenador. El tema encaja a la perfección con el fondo y la primera parte de la película, incluyendo algunas acciones forzadas, funcionan bien. Pero algo se tuerce en un determinado punto que destroza la credibilidad, la trama e incluso llega a provocar ganas de levantarse de la butaca y decir "vamos por favor".

La evolución del cine no sólo ha servido a los cineastas para aprender y desarrollar nuevos recursos, también ha entrenado a los espectadores en los trucos de guión y en los giros inesperados, por eso es tan difícil ser original y por eso adoramos sorprendernos con determinadas escenas. Hay dos razones por las que las tramas sorprendentes fallan, la primera es cuando se ven las flechas que indican la trama, la segunda es cuando la resolución es tan inverosímil que preferirías la explicación "lo hizo un mago"