Francis Ford Coppola escribió el guion adaptado de “El padrino” a medias con Mario Puzo, autor de la novela original publicada un par de años antes. El resultado es de sobra conocido: la prodigiosa cinta ganó ese Óscar por la adaptación, además del de mejor actor para Marlon Brando, y, como no podía ser menos, el de mejor película (y aun así se les “olvidó” dárselo a Coppola, por la soberbia dirección de este “tour de force” de casi tres horas).

A estas alturas, “El padrino” se codea en el imaginario popular sobre su importancia en la historia del cine a la altura de mitos como “Casablanca” o “Lo que el viento se llevó”, y esa consideración es más que merecida: Pocas películas han envejecido tan bien como ésta, modelo de tantas cosas que luego han mostrado otros grandes (o incluso más grandes) como Scorsese. Y Coppola siempre podrá decir que él fue el primero en hacer algo así: violenta hasta la médula, pero también intensa, bella (esa música inolvidable de Nino Rota), con unos actores magníficos (qué jóvenes estaban) y con algunas escenas memorables (la del caballo, la del asesinato en la pizzería… y muchas más). Una obra fundamental para entender el cine moderno.