20 de agosto de 2011
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No hay paisajes, ni palacios, ni desiertos en Almería, sólo una sucesión de salvapantallas de Digital Blasphemy y sin embargo le llaman "Era Hiboria".
No hay actores sino fantoches cuyos evidentes postizos capilares harían palidecer de rabia al peluquero de Nicholas Cage y sin embargo les llaman "brujos, guerreros y héroes"
No hay estampas viriles, llenas de épica y contenida fuerza, no hay mirada ni hay aprendizaje del héroe, no hay músculo ni secreto del acero y sin embargo lo llaman "legendario".
No hay densas explosiones de tangible sangre, no pesan las espadas, no hay relieve en los músculos, no hay invitación a beber en los cráneos de nuestros enemigos y sin embargo las llaman "batallas"
Y si, como decía Chaplin "El tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto", la reformulación del mito Conan está condenado al peor de los infiernos cinéfilos: aquel que no entiende de royalties, sino del más completo y necesario olvido.
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