Si gracias al teléfono móvil se han roto millones de parejas, no quiero ni pensar lo que sucedería con el aparatejo que se muestra en el tercer capítulo de Black Mirror.

Imaginaros tener un disco duro en el cerebro que tiene almacenado todo lo que hayais visto y oído. Como si vuestros ojos fueran una cámara de vídeo. Podéis editar, rebobinar, borrar, subir el volumen...ésta es la premisa, el desarrollo me parece lo mejor.

A casi todos nos gusta Orwell, pero algunas veces sus afirmaciones no tienen razón, en este caso "la ignorancia SÍ es la felicidad".
En muchas situaciones durante la vida es necesaria la ignorancia voluntaria, o mejor dicho, dejar escapar la posibilidad de saberlo todo acerca de uno u otro asunto. La sociedad en la que nos estamos adentrando se torna peligrosa y desesperante, nadie es perfecto, todo el mundo comete errores. Ahora sí, depende del orgullo de cada uno y de su sentido del honor de hasta donde esté dispuesto a llegar.

Black Mirror nos avisa de todo esto, de lo podrida que está la sociedad actual y del necesario cambio de conciencia desde la cuna. Un reto que costará, pero que de no llegar nos iremos a tomar por culo.