Oliver Stone nos entrega una pequeña sátira política como rara vez se ha visto en el cine sobre el Presidente de los Estados Unidos más cómico de la historia, George W. Bush.
Y lo hace así adrede, es decir, en pequeño porque no puede hacer un biopic o un tremendo drama tipo JFK o Nixon ya que Bush Junior no es intelectual ni políticamente comparable; aún sabiendo que durante su mandato se produjeron hechos que cambiaron el mundo como el 11 de Septiembre y la invasión a Irak.
Este producto es de consumo interno y está dirigido a los votantes norteamericanos para que reflexionen y se pregunten ¿cómo demonios pudimos elegir dos veces a un Presidente tan estúpido e incapaz?
La historia y la puesta en escena pintan una caricatura de George Bush, parecida a las que salen en la parte política de los diarios e intenta demostrar que es casi igual a la realidad.
A Stone no le interesa abarcar partes conocidas de la historia de Bush como la llegada por primera vez al poder, que es un hecho insólito en el mundo o las acciones de su segundo Gobierno porque ya Michael Moore las había tratado en forma por demás elocuente.
Josh Brolin aporta al personaje con su mirada de loco después de una juerga que le da más comicidad a la puesta en escena. En general las actuaciones son cumplidoras aunque el guión tiene notorios baches narrativos producto de un aparente apresuramiento o de probables indecisiones del realizador.
A pesar de eso, la película se disfruta pero dando la sensación de que daba para más. Sin embargo, no hay que esperar una segunda parte.