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España España · Villena
Voto de JMi:
1
Drama. Comedia. Fantástico Alec es un ingeniero mecánico inglés incapaz de poner en orden su vida. Cuando su tienda de reparación de aparatos electrónicos, “El curandero”, está a punto de quebrar, un familiar que nunca supo que tenía se ofrece a solucionar sus problemas a cambio de que se traslade un año a Canadá, el lugar de origen de sus antepasados. Allí descubrirá que a su alrededor comienzan a suceder las cosas más incomprensibles. Enfrentarse a sí mismo, a ... [+]
9 de abril de 2017
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me conmocionan las tan polarizadas valoraciones en FilmAffinity respecto a la película “Lo que de verdad importa” (en su versión original “El curandero”, al menos ahí sí que va con la mentira por delante). Mi acompañante y yo asistimos con estupor a las 2 horas de cine pagado más incómodas en años. Desde la perspectiva que la mires, la película es ofensiva. Sólo le salva una cosa: la motivación para hacerla y el fin de su recaudación. La Fundación Aladina lleva a cabo una labor tremenda y necesaria en el campo del cáncer infantil. Y me alegro que el carácter benéfico del film ayude a personas que desafortunadamente sufren esta terrible enfermedad.
Habiendo dejado eso claro, no comprendo el mensaje que se nos quiere enviar en el metraje. Cinematográficamente la película tiene la categoría de telefilm vespertino de sábado. Quizá las personas que tan bien la puntúan están acostumbradas a este tipo de productos y piensan que son buenos. No, no lo son. Son un refrito de clichés, dramas mal contados, humor forzado y un toque de fantasía que deja un poso de confusión. Es lo que sucede con “Lo que de verdad importa”.
Si la Fundación no tiene vinculaciones ideológicas ni religiosas, y está de acuerdo que el campo que estudia el cáncer es la oncología, ¿por qué da pie a que se luzca la figura de un curandero, es decir, una persona que tiene el poder de sanar con la mirada a los demás? La psicología y la predisposición positiva son tremendamente importantes en la lucha por la enfermedad, pero no son la causa de ésta (no del cáncer) y en última instancia no van a hacer que los tumores remitan. Además, ¿qué papel tienen la religión y la fe más allá de esperanzar a sus feligreses? En esta película, disfrazada de falso optimismo, tienen cabida insinuaciones inquietantes sobre el ser un buen parroquiano o no. También guiños a prácticas pseudocientíficas que tanto daño están haciendo y han hecho en todo el mundo. Todo ello bien edulcorado, pero el mensaje cala. Lo mires por donde lo mires, muy alejado de la realidad de esta enfermedad y de cómo se combate verdaderamente. Algo que no esperaba de alguien que día tras día la observa en primera persona.
Ni siquiera hay cabida a la reivindicación de que hay que seguir invirtiendo en investigación y desarrollo para poder luchar mejor contra el cáncer. O no escatimar recursos sanitarios para ofrecer desde las instituciones públicas las mejores condiciones a las personas afectadas. Nada de eso. Pero sí mística, curanderismo, guapos jóvenes y misas. Mi acompañante (sin ser tan siquiera tan crítico con lo estrictamente técnico, que ya es suficiente para valorar mal la película) había sufrido una pérdida reciente a manos del cáncer. Lloró de rabia, de impotencia y de violencia ante el cúmulo de despropósitos y la irrealidad que desfilaba ante nuestros ojos. Estuvo a punto de dejar la sala pero lo convencí de acabarla. Tras ello, sólo nos queda pensar que la Fundación Aladina siga haciendo su trabajo tan maravillosamente.
JMi
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