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España España · Calafell
Voto de kakihara:
8
Drama. Romance. Comedia Jean-Louis, un ingeniero católico de treinta años, descubre un día a la salida de misa a Françoise, una mujer rubia, y presiente que algún día se casará con ella, pero la pierde entre la multitud. Por otra parte, su viejo amigo Vidal, marxista convencido, lo lleva a casa de Maud, una bella divorciada. (FILMAFFINITY)
3 de abril de 2012
22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Yo no digo, muestro”. Se trata sin duda de una de las frases más célebres de Rohmer. Y siendo fiel a su premisa, el galo muestra en su cuarto largometraje (cuarta entrega de su serie de “Cuentos Morales”) una realidad simple y directa: la de un ingeniero como Jean-Louis, devoto católico, que sufre unas fuertes contradicciones internas tras pasar una noche con la divorciada Maud, mujer liberal y muy distinta a él. Jean-Louis se había enamorado de una joven rubia que había visto durante una misa, pero ese mismo día se reencuentra con su viejo amigo Vidal, marxista convencido, con quien mantiene una caldeada charla acerca de la vida y la religión, con el filósofo Pascal como punto de encuentro entre las posturas de ambos. Cuando Vidal lo invite a pasar la Nochebuena en casa de su amiga, la hedonista Maud, la moral cristiana de Jean-Louis se tambaleará y descubrirá que el mundo que le rodea es mucho más amplio que el estrecho prisma con el que se lo miraba todo hasta ese momento. Jean-Louis deberá tomar muchas decisiones en muy poco tiempo, y una de ellas es la de debatirse entre el carpe diem sexual que le ofrece Maud y la conservación de su integridad moral que le brindaría el casarse con la rubia de la que se había enamorado.

Cuando el amigo Vidal desaparezca de escena, viviremos uno de los momentos más emocionantes del cine francés de los 60. Y es que la sencillez de Rohmer dibujando esta peliaguda situación para Jean-Louis sorprende por su efectividad, dado que consigue mantener al espectador enganchado en la pantalla hasta el final de la película. Todos los departamentos van en la misma dirección; por un lado, tenemos la delicada y suave fotografía del barcelonés Nestor Almendros, despojada de cualquier ornamento; y por el otro, la apuesta por la sencillez en la puesta en escena de Rohmer, que coloca a Jean-Louis en un lado de la habitación y a Maud como dueña de la única cama del apartamento y deja que la situación fluya como un río, eliminando cualquier atisbo de pretenciosidad en el conjunto y siendo fiel a la frase del inicio de esta crítica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
kakihara
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