Si el fado es amargura o desconsuelo, el tango es pasión y erotismo, aquel es más profundo más hondo, puro sentimiento. Este aparece como más liviano, vaporoso, y apunta más a las sensaciones y al espectáculo. Pero ambos comparten una eterna belleza, una inmensa fuerza, y una inagotable capacidad de seducción. Aquí Saura nos vuelve a brindar dos horas de goce, de deleite, extraordinarios temas, magnificas coreografías, excelentes bailarines y mucha magia, el encantamiento de ese baile hermanado con esa música que se apodera de uno, con esas bailarinas insinuantes, provocadoras, de escotes generosos y faldas con aberturas de vértigo, parece que consigan sin apenas esfuerzo paralizarte el corazón y nublarte la vista.
El hilo argumental se me antoja una mera disculpa para dar paso a los números y a los temas, me parece potente la interpretación de Solá y notable la incursión de Galiardo, impetuosas y hermosas las dos actrices, pero la historia en general es más bien floja. Pero claro no es eso lo importante, la esencia de esta película es la música y el baile, y en ese sentido ningún reproche, es posible que falle un tanto una parte del guión, pero no es la parte importante.
Emito este opinión desde el punto de vista de un profano, un mero aficionado al que le agradan los sonidos y los movimientos del tango, probablemente cuando digo que el tango es esto, o lo otro, me estaré equivocando, pero menciono lo que yo aprecio, lo que yo interpreto, tal vez alguien pueda decir, el tango algo vaporoso, liviano, pero bueno, esto es una herejía. Seguramente además tendrá razón y yo no tendré argumentos para rebatirle, simplemente manifiesto lo que yo percibo. Ya sabemos aquello de que cuando entendemos algo mal, no solo es culpa nuestra, sino también del que lo explica. No sé si capte bien o mal la esencia del tango, lo que si se, sin lugar a dudas, es que me complace y me emociona.