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España España · Valladolid
Voto de Alberto Monje:
6
Ciencia ficción. Terror Durante un viaje en el espacio rumbo a un remoto planeta al otro lado de la galaxia para colonizarlo, la tripulación de la nave 'Covenant' descubre una señal proveniente de lo que creen puede ser un paraíso inexplorado, y que resulta ser un mundo oscuro y hostil... Secuela de "Prometheus" (2012). (FILMAFFINITY)
13 de mayo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ridley Scott, ese hombre que lo ha sido todo en el mundo de la ciencia ficción, consiguió enterrar su leyenda hace cinco años con el estreno de Prometheus, la precuela de su legendaria Alien, el octavo pasajero. Ahora, dispuesto a desenterrar su legado, dirige la secuela de la precuela (y cuidado, que vienen más entregas después). Alien: Covenant no será jamás equiparable a la obra maestra original, pero hay que reconocer a este octogenario director que ha podido salvar el pellejo. Eso sí, que nadie se engañe, el Scott de hace 40 años se ha ido para no volver. El neo-Scott es algo diferente, más comercial y, pese a todo, menos genial.

Alien: Covenant comienza diez años después de lo ocurrido en Prometheus. La nave Covenant viaja a un planeta lejano, Origae-6, con 2.000 cuerpos a bordo y 1.200 embriones dispuestos a colonizarlo. Sin embargo, una extraña señal de otro planeta hace que la tripulación, compuesta por 14 personas y un robot, decidan descubrir su origen.

En un principio, las premisas de toda la saga Alien se repiten: naves espaciales, tripulaciones ingenuas y monstruos gigantes dispuestos a matarlos. En este sentido, Covenant tiene una buena partida. Sin embargo, no hay que olvidar lo que hizo a El octavo pasajero una película única en su especie: la claustrofobia, la tensión constante, la sensación de persecución y, sobre todo, la maestría de Scott que, con un solo Alien en una nave pequeña, consiguió aterrar a la audiencia durante dos horas. Esto no es así en las nuevas películas de la saga: los pequeños espacios se cambian por el campo abierto o grandes naves espaciales; los grandes momentos de tensión y desesperanza los llenan ahora diálogos más o menos innecesarios; la gran protagonista fuerte, la teniente Ripley, ahora, ya no está, y papeles femeninos más o menos carismáticos hacen que su sombra sea cada vez más alargada.

Por lo tanto, que nadie vaya a ver Covenant pensando que es una vuelta a los orígenes de la saga. Eso sí, todos los desencantados con Prometheus, que le den una oportunidad. Porque en un sentido, Scott sí que ha aprendido de sus errores.

Quizá Covenant sea la entrega más sangrienta, violenta y babosa de toda la saga. Las escenas de acción y terror están rodadas con músculo y garra. Prometheus apostó más por la filosofía que por la acción. Covenant apuesta por las vísceras como Scott no había apostado nunca. En la película desfilan varios xenomorfos que harán lo imposible por matar a la tripulación asustada y, con ello, Scott pondrá todo de su parte para que la experiencia del espectador sea lo más intensa posible. Sin duda, grandes escenas de tensión se viven en Covenant. Aunque si hay que achacarle algo a Scott es que esa tensión solo se reduce a esos momentos, el resto del metraje goza de una tranquilidad nada característica de la entrega original.

Lejos de los protagonistas poco avispados de Prometheus, Covenant tiene personajes con más de tres neuronas. Sin embargo, el que más brilla de todos no tiene ninguna: Walter (Michael Fassbender), el androide de la tripulación. Fassbender ya interpretó en la primera entrega a David, otro androide. En esta entrega, haciendo un recital de sus enormes capacidades interpretativas, interpreta a los dos: a Walter con acento americano y a David con acento inglés. Sin duda, Fassbender se va a convertir en el centro de esta nueva saga. En Covenant nos da grandes momentos gracias a su capacidad para meterse en el papel de un despiadado androide con aspecto inocente.

Por otro lado, el guion flojea por todos los lados. La tripulación no consigue en ningún momento empatizar con el espectador, los diálogos son planos y predecibles (aunque curiosos cuando, con absoluta normalidad, los protagonistas llegan al nuevo planeta, ven a la nueva especie y no se sorprenden para nada de un descubrimiento sin precedentes para la humanidad). Los guionistas, lejos de innovar, cogen los momentos más destacados de las películas anteriores y los concentran esta. Lejos de ser un homenaje, esto se convierte en una gran falta de originalidad.

Pero todo esto se olvida en las grandes escenas que Scott nos prepara y en el baño de sangre que se dan los protagonistas. Alien: Covenant consigue encauzar un poco una saga que comenzó con el mal pie de Prometheus, consigue devolver la garra a la criatura alienígena favorita de la audiencia y consigue hacer saltar del asiento en varios momentos al espectador. Sin embargo, todavía le quedan asignaturas pendientes: debe devolver a la saga los personajes carismáticos, debe retornar a esa atmósfera angustiante que nos haga creer que el xenomorfo está siempre en nuestras espaldas y debe dejar de crear un misterio metafísico sobre el origen del hombre que, parece, es incapaz de solucionar (y al público le interesa menos que nada). Pero para esto tiene tiempo. Scott ha anunciado que faltan dos entregas para que la saga llegue a donde comenzó en 1979.

Queda Alien para rato.
Alberto Monje
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