Sicario: El día del soldado

Sigo mi costumbre de reseñar únicamente películas que me han gustado mucho, aquellas que aportan algún valor artístico o contienen elementos dignos de ser valorados. En esta ocasión, he tenido serias dudas si reseñar o no, "Sicario: El día del soldado", pero, finalmente, qué caray, aunque reconozco no pasará a los anales de la historia del cine como una gran película, lo cierto es que la he disfrutado una barbaridad y me ha entretenido otro tanto. Y sí, no cabe duda de que el cine cumple una de sus funciones fundamentales cuando entretiene, aparte, claro está, de otras muchas consideraciones nada desdeñables. Y eso supone un gran mérito, cuando una buena parte de la producción con la que anualmente nos atiborran, no arranca en el espectador sino un sonoro bostezo.
Hace un par de años, el siempre eficaz y competente director canadiense Denis Villenueve, capaz de producir maravillas tales como "La llegada" o "Incendies", filmó un estupendo thriller que tituló "Sicario", valiéndose de un guion de Taylor Sheridan y de las infalibles garantías que ofrecen dos pesos pesados de la industria cinematográfica, Benicio del Toro y Josh Brolin, actores sobradamente experimentados como para dotar de credibilidad y carisma a cualquier personaje. "Sicario" obtuvo un gran éxito de taquilla y Villanueve mostró que también domina los resortes y mecanismos del género de acción. Fue esta feliz experiecia la que me animó a ver esta segunda entrega, "Sicario: El día del soldado", ahora bajo la dirección de Stefano Sollima, en la que Taylor Sheridan repite de nuevo como guionista y Del Toro-Brolin forman mancuerna otra vez en el cuadro de actores.
Y no salí defraudado. Sollima no se desmarca de la fórmula de Villenueve. Música, fotografía, argumento, escenarios, tomas tan imposibles como espectáculares, poderosa fuerza visual, violencia y cadáveres a tutiplén, la tenebrosa impunidad con la que actuan los cárteles de la droga en México, inmigrantes tratados como ganado, escalofriantes persecuciones por tierra y aire, formidable sentido del ritmo y la veracidad que transmiten todos y cada uno de sus personajes, conservan el espíritu salvaje y trasgresor de la primera, para hacer de este segundo episodio un suculento banquete que dejará totalmente satisfechos a los más exigentes amantes del género. Palabra.

Emilio Castelló Barreneche