En España no se ve mucho béisbol, nos va más el fútbol, y cualquiera que haya visto alguna vez El chiringuito sabrá que el fanatismo por este deporte, por el equipo, los colores, los goles, el futbolista y los pelos del culo del futbolista llega a límites extremos. De hecho, el protagonista de esta película sería un digno contertulio de ese programa.

Aquí Robert De Niro hace de aficionado pirado, pero no de loco por el béisbol, si no de psicópata perdido. Vemos la forma de tratar a su hijo, la forma de ejercer su trabajo, sus prioridades, sus principios... en resumen, vemos un Robert De Niro interpretando un personaje similar al que hiciera en El cabo del miedo.

Enfrente tenemos a un Wesley Snipes en el papel de estrella del equipo, compartiendo vestuario con un Benicio Del Toro que pasaba por ahí todavía no se sabe muy bien para qué.

Ni De Niro ni Snipes me encajan en sus respectivos papeles, la trama flojea por todos lados, me importa un carajo si la estrella del equipo quiere el número 11, el 12 o el 150, si tiene un amuleto de la suerte, si el obsesionado está divorciado, si vende cuchillos... Lo peor es que la película podría haber sido mucho mejor y más entretenida, bastaba con ver durante un tiempo El chiringuito, a Pedrerol, Roncero y compañía, a Cristiano Ronaldo, a Neymar... y estar en cualquier bar español durante un partidito para sacarse una peli la mar de terrorífica, realista y lamentable.