No existe la verdad ni la mentira, somos animales con razón que nos cuesta entender que esta no se pueda poseer, y que lo que existe, en todo caso, es la realidad, interpretada por nuestros impresionables sentidos. Inevitablemente, este conflicto, nos lleva al recurrente en la historia del ser humano, que no es otro que el de diferenciar lo bueno y lo malo, que, entre otros muchos factores subjetivos, depende de la experiencia, del pasado. Cada generación vive sus problemas y los soluciona en su presente, basándose en su pasado y sin conocer las consecuencias de su futuro. Difícil tarea de cuyo resultado nadie debe responsabilizarse, pero que, como individuo de este universo, es un deber social encontrar la mejor manera de enfrentarse a esa problemática, valorando todos los hechos, aceptando sugerencias y, por supuesto, no atendiendo a intereses de ningún tipo. Estos deberían ser los compromisos que toda persona, en esos momentos cruciales de la historia, debería tener en cuenta para ejecutar la justicia. Por desgracia, esto no siempre sucede, pues el poder corrompe a cualquier ser humano ya que le priva de esa mirada crítica tan necesaria que le otorga el no formar parte de él. Pero, aquí con fortuna, tenemos la capacidad, en estos casos de índole humana, de rebelarnos, de denunciar, de criticar, y para poder hacerlo sin recaer en nuestros propios vicios debemos buscar fuera, debemos hablar, debemos buscar fuera de nuestra zona de confort, pedir ayuda y dejar que nos la den sin juzgar su origen, solo así, pensando entre todos (y hoy en día lo tenemos muy fácil para compartir nuestro presente de manera global, aunque solo lo sepamos ver para utilidades menos importantes) conseguiremos una justicia universal que equilibre los irremediables abusos de poder.

Con esta pieza audiovisual de imperiosa necesidad (tal y como esta el panorama hoy en día) he aprendido más que en 6 años de educación secundaria, producto de esa solución tomada en la dulcificada transición que, algún día, esperemos, se comprenda como errónea para poder seguir avanzando y mejorando para lo que venga en el futuro, que vendrá, cíclicamente, más complejo y más difícil.

Este documental pretende dejar testimonio de los terribles sucesos que han acontecido en España en el último siglo y pretende dar voz a las víctimas, que no son solo las afectadas (importante matiz), y tratar provocar un desvelamiento en todas las personas a las que se ha ocultado cierta parte de la historia, justificada o injustificadamente, para intentar conseguir que por fin nos atrevamos a curar una herida que hasta hora solo se ha tapado, sin valorar la infección que puede provocar seguir obligando a olvidar. Quizás aún no estemos preparados, quizás tengamos que esperar como aquellos que tuvieron que hacerlo tras la muerte de un dictador hace tan solo (es increíble comprobar con este dato como nos han hecho creer que podíamos ser un país avanzado) 44 años, pero si no seguimos intentándolo se perderá la posibilidad de estar orgullosos de nuestro país por haber conseguido enfrentarnos a un problema social y generacional, que es lo que, para mí, define los valores de una sociedad.