Los galones de "director de películas de cine clásico" hay que ganárselos, y don Clint los tiene ya por defecto. A sus miles de años, este confeso republicano (hoy se diría "verso suelto"), que debería estar ya de vuelta de todo, se sigue atreviendo a luchar contra los abusos de poder, como ya hiciera, magistralmente, en "Poder Absoluto" o "Mystic River". La historia de un hombre insignificante, honrado hasta rayar en lo ridículo, ingenuo, infantil incluso, en su desgracia por estar "en el sitio adecuado, en el momento adecuado", está narrada con pulso firme, con el ritmo intenso y el sentido del drama de los grandes realizadores. Pero es que, además, hay un espléndido guión, unos secundarios eminentes y un Paul Walter Hauser que te deja simplemente boquiabierto con su emocionante trabajo. Un film redondo, a la altura de los mejores clásicos.