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España España · Madrid
Voto de Pedro:
10
Drama Después de una cena en la mansión de los Nóbile, los invitados descubren que, por razones inexplicables, no pueden salir del lugar. Al prolongarse la situación durante varios días, la cortesía en el trato deja paso al más primitivo y brutal instinto de supervivencia. Una parábola sobre la descomposición de una clase social encerrada en sí misma. (FILMAFFINITY)
20 de mayo de 2005
140 de 168 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos enseña ese genio llamado Luis Buñuel los entresijos de la burguesía acomodada, sus hipocresías y sus miserias, mediante imágenes cargadas de esa simbología propia de toda su obra que a su vez nos da las pautas del comportamiento humano. Pero lo realmente brillante de este trabajo, lo que le da el empujón de gran película a obra maestra, es que decide hacerlo de un modo que al espectador le resulte extraordinario. La reunión de los personajes en un salón durante una fiesta lleva la situación al límite en un encierro en el que terminan asemejándose a los náufragos de la isla de “El señor de las moscas” de William Golding, donde todos pueden mostrar lo peor del ser humano mientras la situación les denigra física y moralmente. No en vano, el pretendido título inicial era el de “Los náufragos de la calle Providencia”. Al mismo tiempo, el argumento se envuelve dentro de un contexto fantástico que recuerda al mejor Borges, siendo el motivo del encierro pura disquisición psicológica, aparentemente absurda pero necesaria como detonante, donde las situaciones se repiten y donde es el mito del eterno retorno la clave de la solución.

Muestra además de su talento con la cámara es precisamente que logra esas repeticiones argumentales usando en ocasiones la técnica de rodar la misma escena desde ángulos distintos para luego montar ambas –montaje que acostumbra como en el resto de sus películas a hacer él mismo–; y todo ello no exento de un trabajo impecable con sus actores y de una planificación metódica que aprovecha al máximo el espacio y los encuadres.

La pregunta inmediata que asalta al final de la proyección intenta comprender el porqué de ese título...“Yo primero pensé que el título tenía una relación subterránea con el argumento, aunque no sabía cuál”, diría Buñuel. “A posteriori lo he interpretado así: los hombres cada vez se entienden menos entre sí. Pero ¿por qué no se entienden? ¿Por qué no salen de esta situación? En la película es lo mismo: ¿Por qué no llegan juntos a una solución para salir de su encierro?”

En Buñuel se reúnen cine y vida en forma de surrealismo, y es “El ángel exterminador” muestra inequívoca de ello. Como todo surrealismo que se precie, pueden encontrarse tantas interpretaciones como espectadores, infinitas respuestas para una simple pregunta. En definitiva, qué mejor que las palabras del autor para definir su obra: “Si el filme que van a ver les parece enigmático e incoherente, también la vida lo es. Es repetitivo como la vida y, como la vida, sujeto a múltiples interpretaciones. El autor declara no haber querido jugar con los símbolos, al menos conscientemente. Quizá la explicación de El ángel exterminador sea que, racionalmente, no hay ninguna.”

Pero tal vez, con estas palabras, Buñuel -como Borges- también juega con nosotros.
Pedro
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