Steve McQueen vuelve a ponerse detrás de la cámara para retratar la soledad, la incertidumbre que se abre en la existencia de un grupo de mujeres, que han perdido a sus respectivos maridos mientras huían de las autoridades, tras cometer un atraco.

No es en la muestra de las penalidades de estas mujeres, ni en sus problemas económicos, ni en la nostalgia producida ante la ausencia del ser querido, en dónde la cinta encuentra su lugar. No me enganchan los vaivenes que sufre la existencia de estas viudas. Habiendo situaciones impostadas, no llego a creérmelas del todo. Luce la cinta un sólido reparto para introducirnos en un thriller al uso, bien filmado y narrado con el brío necesario para no desviarse de lo comercialmente correcto.

A la trama se le unen elementos como la corrupción política, con dos candidatos disputándose un puesto de concejal en la ciudad de Chicago. Corrupto y sin valores uno, delincuente y mafioso el otro, en una rivalidad que me resulta entre artificial y grotesca.

Esperaba más del director que debutó mostrando la agonía vivida por Bobby Sands en su martirio hacia la muerte en la magnífica “Hunger”, y que se consagró en “12 años de esclavitud” narrando el periplo de un negro sojuzgado. Estamos ante una obra menor en la corta, pero fructífera carrera de un talentoso director. Aquí, esas virtudes se despliegan con cuentagotas