Una anécdota llevada a la maestría, eso es lo primero y con carácter de urgencia crítica que tengo que decir de un film sencillamente encomiable. Me ha gustado y me ha gustado mucho, por si no había quedado claro. La historia es aparentemente muy sencilla. En la Atlanta de 1996, con los Juegos Olímpicos por celebrarse se produjo un atentado terrorista. Un simple guardia de seguridad va a tener una importancia capital. Es el que detecta la mochila y minimiza los daños, pero rápidamente se convierte en el chivo expiatorio perfecto para el FBI y pasa a vivir unas semanas como investigado que son realmente una pesadilla.

No contaré más, pero sí que diré de cómo un director en el ocaso de su carrera y de su vida es capaz de filmar una película con pulso fuerte y decidido hacia una muestra más de un trozo real de vida que se nos ofrece. Durante los ciento treinta minutos de proyección asistimos, gracias también a un actor que se funde hasta lo indecible con su personaje, a la historia de un pobre hombre, quizás no tan capaz como otros muchos, pero con una tenacidad admirable, que es sometido a la cruda investigación de lo que para él es el cuerpo de policía más prestigioso de su país.

No hay un minuto que sobre, una escena que chirríe. Todo está enfocado a su protagonista y a su increíble capacidad para afrontar una situación inesperada que volvería locos a muchos. Como un perfecto reloj suizo, todos los engranajes funcionan a la mil maravillas para tenernos en tensión cuando, en realidad, todo podría resumirse en muy pocas líneas. No quiero acabar sin mencionar esa relación entre el abogado y su cliente, que ya nos gustaría a muchos, que llegado el caso, se diese. En definitiva, otra obra maestra del maestro Eastwood y ya van unas cuantas.