Mel Gibson realiza una de las mejores interpretaciones de su carrera gracias a Jodie Foster, que le brinda la oportunidad de exorcizar sus demonios delante de una cámara, y es más, parece que hable él y no el personaje. Mención aparte merece la directora, que siempre fiel a sí misma, realiza una película atípica, lejos de los canones convencionales a los que nos tiene acostumbrados Hollywood, y consigue un film en ocasiones mas cercano al cine independiente. ¿Podía haber llegado a más?, eso seguro, pero no está mal para venir de donde viene.