Una historia sencilla narrada de forma cotidiana con la cadencia de la lluvia fina que va cayendo sobre dos personajes que se encuentran por puro azar en una ciudad tan masificada y con una enorme densidad de población como Bombay, en este caso escenario melancólico.
Tanto Irrfan Khan como Nimrat Kaur, que realizan interpretaciones sutiles y fantásticas, muestran a personajes muy aislados. Ambos están solos en lo esencial, no tienen a nadie con quien compartir sus pensamientos más profundos ni ciertas cosas de la vida.
El, tiene una mesa llena de papeles por atender en su trabajo de oficina, que le ocupa la mayor parte del tiempo, coge un tren atestado de gente en el que no podría estar más solo, y es viudo, y todo deja notar que para él la vida era su mujer.
Ella, es madre y ama de casa, y se preocupa por un matrimonio que ha entrado en una monotonía en la que su marido ya no la ve, y se preocupa por hacerle la comida con todo su cariño y los consejos de su tía que vive arriba, pero necesita algo más, ambos viven en una inercia solitaria y aislada, desconectados del mundo, como tantos otros.

Un día, por un error, la comida que hacía para su marido llega hasta el estómago adecuado, y a través de unas notas, entablan una comunicación en la que se llegan a conocer de verdad y por supuesto, llegan a quererse, lo que no significa que tengan que seguir los patrones convencionales de las historias románticas, sino que disfrutan el uno del otro, de su amistad, su existencia.

Una mirada honesta sobre una relación entre dos personajes completamente aislados en un mundo cada vez más mecanizado e impersonal, donde deambula gente pero resulta muy difícil conocer a personas, en la que un pequeño brote de vida se abre camino a través de las baldosas para que los personajes puedan despertar de su adormecimiento, querer ver y hacer nuevas cosas, pensar en nuevas posibilidades, ser mejores por la influencia del otro y compartir los pequeños detalles de la vida que valen la pena con el otro.