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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
5
Ciencia ficción. Thriller Cuatro hombres trabajan en un garaje construyendo aparatos altamente complejos. En parte por accidente y en parte por su pericia, descubren un mecanismo dotado de poderes que les permite conseguir casi todo lo que quieran. Se trata de un hallazgo que podría cambiar el mundo, pero que pondrá a prueba las relaciones entre sus inventores... (FILMAFFINITY)
8 de septiembre de 2009
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viajar en el tiempo, qué emocionante. No es extraño que Hollywood haya dedicado un buen puñado de pelis a hombres arrojados hacia una época que no es la suya que tienen la posibilidad de modificar el pasado, el futuro, su vida misma. Así, a bote pronto, se me ocurren la canónica “El tiempo en sus manos”, protagonizada por Rod Taylor (y su no desdeñable del todo remake con Guy Pearce), las entrañables “Los pasajeros del tiempo” y “El final de la cuenta atrás” o, cómo no, la más conocida de todas, “Regreso al futuro”. Más o menos competentes o cutres, todas ellas tenían en común el hecho de obviar los detalles puramente científicos de la historia y centrarse en las posibilidades dramáticas que ofrecen los viajes temporales: asistir al futuro apocalíptico de la humanidad, perseguir a Jack el Destripador por las calles de San Francisco, evitar el ataque a Pearl Harbour o, rizando el rizo, no impedir tu propio nacimiento.
Shane Carruth, por lo visto, decidió invertir los términos, dando mayor importancia a la credibilidad científica de la maquineja en cuestión y rebajando la carga dramática de sus efectos, contados con una asepsia y un desapego más propios de un hospital que de una sala de cine. Y en esa apuesta, tan interesante de entrada como arriesgada, creo que radica el mayor error de la película. Para empezar, al espectador se le hace difícil empatizar con los dos protas, dos supuestos cerebritos que se pasan la peli vestidos de comerciales mindundis y sosteniendo conversaciones crípticas y cargadas de sobreentendidos y que uno sospecha vacuas e insustanciales. Carruth debería saber que en cine la narración esquemática y tangencial de los hechos es muy atractiva y, bien usada, puede dar estupendos resultados, pero es un arma de doble filo: o se engancha al espectador o se le disuade de seguir. La historia de Carruth es demasiado discursiva y carece de tensión y su frialdad expositiva hace que el espectador no iniciado se sienta expulsado, al margen de lo que se le está contando, y acabe percibiendo lo inarticulado de una trama que avanza sin rumbo fijo. De modo que, tras concederle durante un rato el beneficio de la duda por el evidente talento de un director novel a la hora de encontrar planos y encuadres interesantes y por el pequeño milagro que supone una peli tan bien acabada con un presupuesto tan modesto, la historia empieza a hacerse primero pesada y después plomiza, el interés del espectador por lo que les pase a los cerebritos decrece y se agota y cuando llegan los créditos finales hace ya rato que le importan un bledo los mindundis, no se siente inquieto o sobrecogido, ni mucho menos, como he leído por ahí, que le hayan tenido "en vilo" o "hipnotizado". Y no le apetece (otra bobada) volver a verla para “apreciar los detalles que se le han pasado por alto”. Se siente como se sentiría un servidor tras degustar humo esferificado en El Bulli: hambriento y sin ganas de repetir. Un filete es un filete y un muermazo es un muermazo.
Normelvis Bates
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