Parece que todo lo que toca Steven Spielberg tiene un aire de clásico, y más si es una película antigua y toca el tema extraterrestre con cierta seriedad. Sin embargo si dejamos al margen unos buenos efectos especiales, la banda sonora de John Williams y un tono atractivo como de finales de los 70, de hecho me recuera a "Alien", nos queda un trabajo deslucido, cuya única virtud real es dar validez a todo un fenómeno que se hallaba en su apogeo en la segunda mitad de esa década: los avistamientos OVNI. A mi en concreto me parece todo esto una chorrada no porque no haya cosas raras por ahí sino porque se pretende crear una especie de sustituto de la religión, y por supuesto, de la magia, en clave científica evolutiva que realmente no soluciona nada. Insisto, en el supuesto caso de que haya extraterrestres, esto no responde a las clásicas preguntas de ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Qué hay después de la muerte? En todo caso, las desplazamos a estos seres: ¿Quién los ha creado?

Dicho lo cual, el hecho de que haya o no alienígenas, que al final sean buenos o se quieran comer vivo a Roy (Richard Dreyfuss), que se dedican a tocar la pandereta, perdón, una especie de xilófono cósmico o nos declaren la guerra como los de la "V", que sean monstruitos feísimos o que baje de la nave Alexandra Breckenridge así en plan princesa de "Flash Gordon" con capa, guantes y botas (me da algo), puede ser menos o más excitante, pero no debería afectar a la calidad de la película. En el caso de "Encuentros en la tercera fase" se echa en falta una historia con más profundidad y no tan pedagógica, y cuando no lo es, tan densa y pesada. Desgraciadamente se hace aburrida por lo lenta y, sobre todo, por lo tremendamente plana que es. Por cierto, ¿Qué es lo quieren estos extraterrestres? ¿Qué sentido tienen las abducciones? ¿No hay otra forma más inteligente de comunicarnos? ¿Los humanos no tenemos nada que decirles? Si no, vaya basura de contacto que entablamos.