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Voto de Reaccionario:
3
Drama En el Norte de África, en un destacamento de la Legión (la 4ª Bandera), el Grajo, el legionario más valeroso, y Mauro, que acaba de incorporarse, se hacen muy amigos. Mauro, de quien sólo se conoce el nombre, da la impresión de ocultar algún secreto inquietante. Un día en que los dos amigos celebran una fiesta, una desafortunada circunstancia da lugar a la muerte de un hombre. Las sospechas recaen sobre Mauro, que es sometido a juicio. ... [+]
20 de octubre de 2019
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como he comentado otras veces las filias y fobias políticas no nos deben nublar el juicio a la hora de evaluar una película. En este caso "¡A mi la legión!" es notoriamente mala y por varios momentos risible. Tenía un recuerdo muy vago de haberla vista hace casi unos veinte años, en concreto algo así como tirando a cutre en el que no había enemigos. En efecto, hay algunas escenas de combates pero en todas ellas los legionarios luchan solos contra fantasmas. Ni moros, ni republicanos, ni nada. El vacío. A lo sumo un fusil puesto en una tronera. Sin embargo, no es la única metedura de meta que se ve con humor. Por ejemplo, a mi que estos hombretones vayan cantando mientras marchan a la batalla me recordaba a los menudos medio protagonistas de "Blancanieves y los siete enanitos" (1937), con aquello de "Hi ho, vamos a trabajar" o a los pitufos con su popular "La la la la", o algo así.

Dicho lo cual, estos detalles no es lo peor del intento sino que "¡A mí la legión!" termina siendo una historia infantil, rocambolesca, propagandística y llena de parches, mal planteada y ejecutada. Esto pasa por tener tres guionistas, que cada uno tira por donde le parece. En este sentido, se echa en falta un libreto más serio, mismamente, como el que compuso el propio Franco en "Raza" (1941). Mientras tanto el largometraje se mueve más en el género de aventuras que en el propiamente bélico aunque si nos ponemos escrupulosos, la lectura más atinada posiblemente sea la de una historia gay. No sé si Juan de Orduña, que era homosexual, quiso darle voluntariamente ese toque o es que le traicionó su subconsciente, pero lo cierto es que esta "amistad" desprende un claro aroma homoerótico, a pesar de que nos cuenten de que a ambos les gustan las mujeres, a saber si por imposiciones de la censura.
Reaccionario
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