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España España · Barcelona
Voto de Sémele:
7
Serie de TV. Animación Serie de TV (1983-1986). 175 episodios. Serie anime basado en el popular manga homónimo creado por Yoichi Takahashi en 1981. La historia comienza cuando Tsubasa Ozora (Oliver), de 12 años de edad, se muda a Shizuoka. El chaval tiene la ilusión de jugar con el equipo más famoso de esa ciudad: el Shutetsu, en el cual milita el mejor portero de la liga nacional: Genzo Wakabayashi (Benji). Sin embargo, el protagonista tendrá que entrenar ... [+]
16 de noviembre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Miro atrás y recuerdo con muchísimo cariño y nostalgia esta serie de televisión. Desde el primer capítulo, cuando Oliver Aton no era más que un renacuajo, hasta el último, 'Campeones', o 'Oliver y Benji', como se la conocía, visto con la perspectiva del tiempo, era un retrato bastante surrealista del mundo del fútbol. Pero, ¿qué importaba?

Podías pasarte semanas viendo a 'cachos' un partido de fútbol que nunca acababa, no importaba, ver a estos muchachos, adolescentes, jugando como equipo y dejándolo todo en el campo para marcar un gol, era como un acontecimiento a los 11 años. Poco importaba si para marcar se hacían piruetas en el aire, dignas de un número acrobático de circo, o se descoyuntaba uno la pierna entera pegando el tiro de su vida. Así no era raro que, poniendo tanto ímpetu, mandaran al pobre portero a tomar por saco (a todos menos a Benji, claro, y a veces a Ed Warner). Luego estaba lo mal que lo pasabas con las lesiones de Oliver, porque estaba claro que había 'oliverdependencia' en el New Team y si él no jugaba ya la teníamos liada.

Como (casi) todas las series animadas con trasfondo deportivo, y más siendo japonesa, con protagonistas hombres, recuerdo el rol secundario de las chicas de los futbolistas, todas sin excepción, sufriendo por sus 'respectivos'. Sobre todo, Patty: La eterna enamorada de Oliver que nunca se atrevía a confesarle nada, pero claro, lo tenía complicado porque la competencia era dura y esférica. Luego se ha sabido que ambos se casaron (¡¡¡menos mal!!!) y que tuvieron dos hijos (¿¿Habrán heredado el genio de papá??), lo cual me hace muuuuuy feliz. Y también he sabido que Oliver se convirtió en futbolista profesional, fichó por el Barcelona y, por un momento, sólo por un momento, me lo he imaginado chupando balón (porque Oliver era bastante chupón) bajo la atenta mirada de un tal Messi.

Bromas aparte, esta serie fue un hito que marcó a más de una generación (la mía, seguro). Ni por calidad ni por rigurosidad, pero sí por entretenimiento y por fascinación, casi culto, por parte del público adolescente. Una serie mítica que me provoca una sonrisa entre irónica y nostálgica, por su toque inequívocamente fantasma, irreal, surrealista... pero que, en cierta manera, mostraba la filosofía del equipo unido jamás será vencido, el esfuerzo, la entrega hasta el último aliento, la dedicación, los sueños, la rivalidad (¡qué mamonazo era Mark Lenders!), la amistad, el respeto al adversario, la lucha, el tesón, valores que flotaban en la superfície entre chut y chut a puerta en esos partidos eternos.
Sémele
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