Cuando una peli tiene casi 90 años la empiezas a ver como una auténtica rareza, y al final esbozas una sonrisa acompañada por un ¡Como eran nuestros bisabuelos!.

No hay más, se trata de cine mudo, con una carencia de medios total, con música de piano, sin efectos especiales por ordenador y para colmo eso, sin voz, pura mímica.

Ayer estaba en casa y de pronto en una cadena de esas cutres de la TDT empezaba ni más ni menos que “El Chico” del amigo Charlot. Hacía la torta de tiempo que no la veía, la recordaba muy lejana, de mis tiempos de niño, en la que me partía de risa con las aventuras del extravagante vagabundo.

“Voy a ver cinco minutillos”- Me dije- Y los cinco, se convirtieron en diez, los diez en veinte, los veinte en treinta, y así hasta los cincuenta de los que consta la proyección .… Y sinceramente aluciné en colores.

Ahí, tumbado en el sofá, disfrutando de momentos en los que igual me partía de risa,que me sentía conmovido por ese auténtico cariño que se tienen ambos personajes, el chavalín abandonado y el destartalado vagabundo. Cincuenta minutos gloriosos, de auténtico cine, que por tener tiene hasta sus cutre efectos especiales, cuando un Charlot convertido en angelito vuela por la pantalla moviendo sus alas en medio de un sueño, ósea toda una pasada.

Y reflexionas, y piensas en cuantos inútiles corren sueltos hoy en día en este mundo del cine que con presupuestos millonarios no son capaces de hacer una peli decente. Piensas en los Emmerich, los Uwe Boll, los subvencionados directores españoles, y sientes nostalgia de Chaplin, que con cuatro perras, sin voz, y con actores mediocres era capaz de realizar una auténtica obra de arte como es “El chico”

Verdaderamente ¡Como eran nuestros bisabuelos!