Media votos
6.4
Votos
140
Críticas
139
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de claquetabitacora:
5
5.2
7,739
Fantástico. Aventuras. Terror
El adolescente Zach Cooper se muda sin muchas ganas con su familia desde Nueva York al pequeño pueblo de Greendale. Allí encuentra un resquicio de ilusión cuando conoce a su vecina, la guapa Hannah, y hace un amigo: Champ. También se entera de que el padre de Hannah es RL Stine, autor del Bestseller de la serie "Pesadillas". Pero Zach descubre que Stine tiene un secreto: las criaturas de sus historias son reales, y las mantiene ... [+]
11 de febrero de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para los que nacimos en la década de los 80 hay una productora que resume a la perfección lo que era el cine infantil y juvenil: Amblin Entertainment. Esa empresa, fundada por el rey Midas de Hollywood, Steven Spielberg, deparó toda una colección de películas que dejó huella en generaciones enteras. Era un cine hecho con ilusión, con ganas y ante todo con las nociones necesarias para convertir cada título en todo un referente. Sus constantes era aunar las aventuras de un grupo de jóvenes al amparo de una fantasía que a día de hoy jamás ha podido lograrse, mucho menos igualarse. Para todos aquellos que pudieron, además, vivir la década de los 90 recordarán la saga de libros “Pesadillas”, de R.L. Stine. El que fuera considerado el Stephen King para adolescentes realizó una serie de libros donde exponía una infinidad de historias para críos con el terror soft y el suspense elaborado como base y una colección de monstruos que hacían las delicias de todo aquel que deseara pasar una noche de miedo al amparo de lectura ligera, adictiva y fascinante. Antes de que Harry Potter se convirtiera en el icono de lectura ya existían las obras de Stine.
Tal fue la fama adquirida que en poco tiempo se decidió hacer la serie de televisión, uno de los clásicos de la pequeña pantalla donde cada episodio servía como trampolín para que cada pesadilla tuviese su acto de presencia, su pequeño granito de gloria y donde cada monstruo tenía su espacio. Brujas, fantasmas, hombres lobo, muñecos de ventrílocuo, yetis, momias y toda una amalgama de sobrenaturales criaturas pululaban a sus anchas con el único fin de aterrorizar a cuantos más chavales mejor y conseguir convertirse, por derecho propio, en una pieza de culto en sí mismo. Tal fue el éxito que se tuvo a bien plantearse trasladar todo el universo de Stine a la gran pantalla pero aquí es donde vino la diatriba: película por libro o un todo en uno. Difícil decisión y la cosa acabó en el fatídico cajón del olvido. El tiempo ha pasado, los intereses cinéfilos también y ante todo los gustos de la juventud actual pues los que eran chavales ahora son adultos y los críos no están por descubrir cosas del pasado.
20 años después, se dice rápido, la difícil tarea de resucitar del olvido a la obra literaria ha caído en manos de Rob Letterman. Su filmografía no es muy extensa que digamos y no tiene en su haber nada que lo haga destacable. Apenas dos títulos bajo el sello Dreamworks y “Los viajes de Gulliver”, una versión moderna del clásico de la literatura interpretada por Jack Black. Cuando se tiene que desempolvar un trabajo que perteneció a generaciones pasadas y cuyos integrantes ya no son aquellos jóvenes que devoraban los libros mientras que sus progenies poco o nada saben de ello la labor de captación es cuanto menos ardua. “Pesadillas”, la película del 2015, basada en la serie televisiva se presenta al mundo entero como una obra respetuosa y ante todo con la única intención de narrar una historia sin pretensión o ansias de grandeza. Acompañada, eso sí, de toda la fantasía implícita y cargada de cuantos más efectos especiales mejor para que pueda estar a la altura de las expectativas de un público cada vez menos complaciente.
Algo que no se le puede negar a la película de Letterman es que está hecha a la antigua usanza. Sólo los que tuvimos la suerte de poder disfrutar del cine de la década de los 80 y 90 sabemos a qué me refiero con esa frase. La película respira. No se da prisa. Tan sólo los primeros minutos se nota que no necesita una escena de inicio que impacte. Sigue unos parámetros que parecían extintos. Un coche viaja a un pequeño pueblecito americano, uno de esos donde parece que nunca sucede nada. Tan sólo vemos un vehículo que viaja a un lugar determinado. En el interior van una madre que intenta empezar una nueva vida y un hijo adolescente con sus problemas de adaptación. La ausencia de un padre es tan sólo un trasfondo argumental. Se podrían citar unos cuantos títulos que encajan a la perfección con este comienzo o estas constantes. En las décadas anteriores fueron la base para formar una narrativa calma, pensada única y exclusivamente para crear la ambientación necesaria que diera paso a lo que conforma fantasía, aventuras, comedia, suspense, terror y acción. Lógicamente, hacer una película por título sería de una ambición desmedida, algo que a día de hoy sería completamente imposible. No hay tanto presupuesto ni tanto interés por algo como “Pesadillas”, más allá de un culto merecido pero no tan potente como para mantenerse firme a día de hoy. De ahí se desprende la idea que mejor rendirle un homenaje como se merece convirtiendo toda la colección en un único producto a mostrar.
En este caso el creador de los libros originales, R.L. Stine no es un eco sino un personaje más. Por así decirlo es el que narra las desventuras, acciones y actuaciones de los monstruos implícitos. Pero está hecho de una forma sutil y muy adecuada. Porque seamos francos, siempre tiene que haber un detonante o un pistoletazo para que la fantasía tenga comienzo. Aquí más sencilla no puede ser. El vecino de nuestro protagonista no es otro que el aclamado escritor y en su casa guarda bajo llave (literalmente) las obras que encierran cada uno de los títulos que da forma a “Pesadillas”. Stine es interpretado por Jack Black. Se nota que el propio actor aparca su vis histriónica alocada para enfundarse en un rol mucho más parco en tics y muecas y dejando la comedia bufa en su mínima expresión. Aquí representa a un escritor que intenta por todos los medios dejar encerradas bajo candado a sus criaturas, sus monstruos, sus auténticas pesadillas. Se intenta incluso darle una alegoría mucho más profunda a la razón de que los seres sobrenaturales encerrados en las hojas de sus libros son armas de ataque como represalia por un bulling recibido en la infancia, un modo como cualquier otro de volcar el odio y la rabia.
- continúa en spoiler -
Tal fue la fama adquirida que en poco tiempo se decidió hacer la serie de televisión, uno de los clásicos de la pequeña pantalla donde cada episodio servía como trampolín para que cada pesadilla tuviese su acto de presencia, su pequeño granito de gloria y donde cada monstruo tenía su espacio. Brujas, fantasmas, hombres lobo, muñecos de ventrílocuo, yetis, momias y toda una amalgama de sobrenaturales criaturas pululaban a sus anchas con el único fin de aterrorizar a cuantos más chavales mejor y conseguir convertirse, por derecho propio, en una pieza de culto en sí mismo. Tal fue el éxito que se tuvo a bien plantearse trasladar todo el universo de Stine a la gran pantalla pero aquí es donde vino la diatriba: película por libro o un todo en uno. Difícil decisión y la cosa acabó en el fatídico cajón del olvido. El tiempo ha pasado, los intereses cinéfilos también y ante todo los gustos de la juventud actual pues los que eran chavales ahora son adultos y los críos no están por descubrir cosas del pasado.
20 años después, se dice rápido, la difícil tarea de resucitar del olvido a la obra literaria ha caído en manos de Rob Letterman. Su filmografía no es muy extensa que digamos y no tiene en su haber nada que lo haga destacable. Apenas dos títulos bajo el sello Dreamworks y “Los viajes de Gulliver”, una versión moderna del clásico de la literatura interpretada por Jack Black. Cuando se tiene que desempolvar un trabajo que perteneció a generaciones pasadas y cuyos integrantes ya no son aquellos jóvenes que devoraban los libros mientras que sus progenies poco o nada saben de ello la labor de captación es cuanto menos ardua. “Pesadillas”, la película del 2015, basada en la serie televisiva se presenta al mundo entero como una obra respetuosa y ante todo con la única intención de narrar una historia sin pretensión o ansias de grandeza. Acompañada, eso sí, de toda la fantasía implícita y cargada de cuantos más efectos especiales mejor para que pueda estar a la altura de las expectativas de un público cada vez menos complaciente.
Algo que no se le puede negar a la película de Letterman es que está hecha a la antigua usanza. Sólo los que tuvimos la suerte de poder disfrutar del cine de la década de los 80 y 90 sabemos a qué me refiero con esa frase. La película respira. No se da prisa. Tan sólo los primeros minutos se nota que no necesita una escena de inicio que impacte. Sigue unos parámetros que parecían extintos. Un coche viaja a un pequeño pueblecito americano, uno de esos donde parece que nunca sucede nada. Tan sólo vemos un vehículo que viaja a un lugar determinado. En el interior van una madre que intenta empezar una nueva vida y un hijo adolescente con sus problemas de adaptación. La ausencia de un padre es tan sólo un trasfondo argumental. Se podrían citar unos cuantos títulos que encajan a la perfección con este comienzo o estas constantes. En las décadas anteriores fueron la base para formar una narrativa calma, pensada única y exclusivamente para crear la ambientación necesaria que diera paso a lo que conforma fantasía, aventuras, comedia, suspense, terror y acción. Lógicamente, hacer una película por título sería de una ambición desmedida, algo que a día de hoy sería completamente imposible. No hay tanto presupuesto ni tanto interés por algo como “Pesadillas”, más allá de un culto merecido pero no tan potente como para mantenerse firme a día de hoy. De ahí se desprende la idea que mejor rendirle un homenaje como se merece convirtiendo toda la colección en un único producto a mostrar.
En este caso el creador de los libros originales, R.L. Stine no es un eco sino un personaje más. Por así decirlo es el que narra las desventuras, acciones y actuaciones de los monstruos implícitos. Pero está hecho de una forma sutil y muy adecuada. Porque seamos francos, siempre tiene que haber un detonante o un pistoletazo para que la fantasía tenga comienzo. Aquí más sencilla no puede ser. El vecino de nuestro protagonista no es otro que el aclamado escritor y en su casa guarda bajo llave (literalmente) las obras que encierran cada uno de los títulos que da forma a “Pesadillas”. Stine es interpretado por Jack Black. Se nota que el propio actor aparca su vis histriónica alocada para enfundarse en un rol mucho más parco en tics y muecas y dejando la comedia bufa en su mínima expresión. Aquí representa a un escritor que intenta por todos los medios dejar encerradas bajo candado a sus criaturas, sus monstruos, sus auténticas pesadillas. Se intenta incluso darle una alegoría mucho más profunda a la razón de que los seres sobrenaturales encerrados en las hojas de sus libros son armas de ataque como represalia por un bulling recibido en la infancia, un modo como cualquier otro de volcar el odio y la rabia.
- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Una vez nos adentramos en el meollo de la cuestión, el que da forma a toda la parafernalia fantástica, es imposible obviar un aspecto y es que a pesar de contar con un intento de emular o conseguir retrotraer el cine de los 80 su formato es mucho más deudor del cine de los 90 teniendo como referente absoluto “Jumanji”, la hija de su tiempo que marcó un antes y un después. Las constantes de aquella siguen en esta y las intenciones son más que patentes tanto en forma como en fondo. El problema radica en que aquella era perfecta y esta no lo es, ni por asomo. “Pesadillas” es un quiero y no puedo que si se salva es por su inocencia a la hora de narrar al igual que por su envoltorio con cierto aire artesanal. Aquí lo único que se intenta es que el homenaje no salga manchado.
¿Significa eso que la comedia empleada es un fracaso para un producto como “Pesadillas”? Según se mire. No es tanto el problema de base en sí sino más bien un mal enfoque o una carencia de perspectiva. El humor como vía de escape para una situación difícil o comprometida siempre es bienvenida pero cuando se deja que el personaje secundario rompa o robe protagonismo en pos de frases cliché, chistes tontos y gracia sobre dimensionada lo único que se consigue es substituir la acción por una patina de risas enlatadas que poco le ayudan. Y en eso parte de culpa la tiene Ryan Lee, el típico personaje atolondrado, infantiloide, de carácter irritante y que siempre acompaña al protagonista para dar rienda suelta a mohines, muecas, espavientos, tonterías típicas de la edad del pavo, frases cansinas y un carácter chirriante que poco o nada ayuda.
“Pesadillas” juega en todo momento con la consciente propuesta de ser un producto liviano, que a pesar de portar en el título una palabra cargada de supuesto terror no hay más que algún momento puntual de suspense malsano y siempre en torno al personaje del ventrílocuo, uno que interactúa con el propio Stine y que es presentado como una especie de réplica clónica viciosa del propio escritor. Otro de los grandes problemas a los que se enfrenta la película es que al abarcar casi toda la colección de criaturas monstruosas no deja que cada personaje respire siendo apenas unos cuantos los afortunados de contar con cierto protagonismo. El resto son meros secundarios (incluso terciarios) que conforman una comparsa a modo de pasarela presencial. Otro obstáculo difícil de sortear es que debido a su presupuesto ajustado el despliegue de medios no está tan logrado como cabría esperar.
Aún así se agradece que un título como éste resurja cual cometa fugaz para demostrar que aún hay interés en títulos de contenido accesible, de fantasía aceptable, de aventuras más o menos atractivas y que siendo un filme de irregularidad pasmosa tiene la calidad suficiente como para salir indemne. Porque a poco que uno bucee en ella puede llegar a encontrar escenas más o menos acertadas como la aparición del Yeti, la presencia inquietante del muñeco que aparece y desaparece entre risas malévolas, el ataque de los enanos de jardín o el paseo por el cementerio con los zombies de rigor. Incluso hay momentos donde la ambientación está bastante lograda como es el descubrimiento de los libros de Stine o el primer diálogo entre éste y el muñeco. Hasta toda la parte final, donde todo queda aglutinado a un confuso pero interesante popurrí de referencias, es atractiva de ver a pesar de quedar todo resuelto de una forma atropellada. “Pesadillas” puede más o menos protegerse por su honesta intención de mantener la esencia de cierto tipo de cine no extinto, incluso como aceptable pasatiempo liviano pero pedirle que se defienda como un buen trabajo sostenible es ya casi pedirle peras al olmo.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/02/11/critica-pesadillas-rob-letterman-2015-el-resurgir-amable-pero-irregular-de-un-estilo/
¿Significa eso que la comedia empleada es un fracaso para un producto como “Pesadillas”? Según se mire. No es tanto el problema de base en sí sino más bien un mal enfoque o una carencia de perspectiva. El humor como vía de escape para una situación difícil o comprometida siempre es bienvenida pero cuando se deja que el personaje secundario rompa o robe protagonismo en pos de frases cliché, chistes tontos y gracia sobre dimensionada lo único que se consigue es substituir la acción por una patina de risas enlatadas que poco le ayudan. Y en eso parte de culpa la tiene Ryan Lee, el típico personaje atolondrado, infantiloide, de carácter irritante y que siempre acompaña al protagonista para dar rienda suelta a mohines, muecas, espavientos, tonterías típicas de la edad del pavo, frases cansinas y un carácter chirriante que poco o nada ayuda.
“Pesadillas” juega en todo momento con la consciente propuesta de ser un producto liviano, que a pesar de portar en el título una palabra cargada de supuesto terror no hay más que algún momento puntual de suspense malsano y siempre en torno al personaje del ventrílocuo, uno que interactúa con el propio Stine y que es presentado como una especie de réplica clónica viciosa del propio escritor. Otro de los grandes problemas a los que se enfrenta la película es que al abarcar casi toda la colección de criaturas monstruosas no deja que cada personaje respire siendo apenas unos cuantos los afortunados de contar con cierto protagonismo. El resto son meros secundarios (incluso terciarios) que conforman una comparsa a modo de pasarela presencial. Otro obstáculo difícil de sortear es que debido a su presupuesto ajustado el despliegue de medios no está tan logrado como cabría esperar.
Aún así se agradece que un título como éste resurja cual cometa fugaz para demostrar que aún hay interés en títulos de contenido accesible, de fantasía aceptable, de aventuras más o menos atractivas y que siendo un filme de irregularidad pasmosa tiene la calidad suficiente como para salir indemne. Porque a poco que uno bucee en ella puede llegar a encontrar escenas más o menos acertadas como la aparición del Yeti, la presencia inquietante del muñeco que aparece y desaparece entre risas malévolas, el ataque de los enanos de jardín o el paseo por el cementerio con los zombies de rigor. Incluso hay momentos donde la ambientación está bastante lograda como es el descubrimiento de los libros de Stine o el primer diálogo entre éste y el muñeco. Hasta toda la parte final, donde todo queda aglutinado a un confuso pero interesante popurrí de referencias, es atractiva de ver a pesar de quedar todo resuelto de una forma atropellada. “Pesadillas” puede más o menos protegerse por su honesta intención de mantener la esencia de cierto tipo de cine no extinto, incluso como aceptable pasatiempo liviano pero pedirle que se defienda como un buen trabajo sostenible es ya casi pedirle peras al olmo.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/02/11/critica-pesadillas-rob-letterman-2015-el-resurgir-amable-pero-irregular-de-un-estilo/