Película embriagadora, amena y desternillante que se muestra en un frasco pequeño (por su corta duración) de aromas intensos, como un maravilloso elixir con propiedades mágicas que te permiten disfrutar de esas divertidas escenas durante la estancia del protagonista en este alocado balneario.
El gran Charles Chaplin lo vuelve a bordar con su excelente interpretación aunque en esta ocasión cambie su papel de vagabundo ,al que nos tenía acostumbrados, y ahora le veamos en un contexto diferente rodeado de gente más pudiente.
Cuando vemos que no hacen faltan grandes efectos especiales ni extensos diálogos para que algo resulte gratificante, ya que solo con su expresión corporal y gestual se consigue un resultado sobresaliente.
Año 1917. Cien años después. A mí me sigue encantando.