Rambo ha vuelto y ha vuelto rodeado de malas críticas de la prensa "especializada". A los críticos profesionales no les ha gustado un pelo la película de Adrian Grunberg y tampoco al escritor de la novela donde parte todo, David Morrell, que la pone a caldo.
Y es que Stallone se ha desprendido de algunos de los elementos más icónicos del personaje y ha intentado imprimir un carácter dramático a Rambo sin dejar la violencia de lado. Una violencia que alcanza su cumbre máxima en la anterior entrega, John Rambo (2008).
Aquí lo difícil es saber cual es la esencia de Rambo: ¿Stallone?, ¿el pelo largo?, ¿el cuchillo?, ¿el arco?. Se ha dicho que esta película el protagonista podría llamarse John Smith o Pepito el de los Palotes y no notaríamos diferencia.
Pero la verdad es que Stallone ha engullido al personaje o el personaje a él. Quizá el haber salido de un terreno conformista le pasa factura en la película, intentar huir de los tópicos y acabar cayendo en todos, puede ser que eso le pase a Last Blood y por supuesto la política sigue estando presente, lanzando algunas ideas republicanas que tanto caracterizan a Stallone.
Como opinión personal creo que la película cumple, quizá tarde en llegar al clímax habitual de esta saga, pero Stallone sabe lo que hace, porque lo lleva haciendo años.
Esto es Rambo, una película de acción y da lo que promete, si esperas un guion sobresaliente, actuaciones inolvidables, personajes sin encefalogramas planos o que aporten algo, esta no es tu película.
En definitiva sin ser la mejor de la saga y no sabiendo aún si era necesaria, Last Blood se deja ver sin esperar nada, porque Rambo al parecer no ha cerrado su círculo.