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Voto de caballero blanco:
7
Comedia. Romance. Fantástico Un escritor norteamericano algo bohemio (Owen Wilson) llega con su prometida Inez (Rachel McAdams) y los padres de ésta a París. Mientras vaga por las calles soñando con los felices años 20, cae bajo una especie de hechizo que hace que, a medianoche, en algún lugar del barrio Latino, se vea transportado a otro universo donde va a conocer a personajes que jamás imaginaría iba a conocer... (FILMAFFINITY)
19 de mayo de 2011
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Encanto, encanto, encanto. Un Woody firmando una obra menor pero encantadora, o una obra que habría aprovechado mejor el Woody de La Rosa púrpura del Cairo, Balas sobre Broadway etc. qué tiempos, qué tiempos aquellos."
Eso pone más o menos en los periódicos, que la verdad, tampoco es que sea la sección más importante, y de hecho es la más frívola después del horóscopo, pero oye, a algunos nos interesa un poco. En fin, que Woody, Wood, el Sr. Allen, Woody Allen, el señor que es padre y a la vez es abuelo del mismo niño, el señor que tiene miedo de la sombra que proyecta su sombra y esas cosas maniáticas, el de las citas célebres, el icono popular/cultural, el señor que vive en un lujoso ático de Nueva York, y he aquí la clave:

Pongamos que el cine representa, siquiera meramente de forma transversal, algo que en un lejano principio, era real. Real de real, no de surreal ni de ficticio ni cosas de ésas, real de real, de joder qué frío hace en la calle.
Pongamos que pasa eso no sé cómo, porque la verdad es que es bastante lioso, aunque una cámara puede ser el mismo tipo de herramienta que un martillo y un cincel, quizá.
Woody Allen viene -hablamos del tiempo reciente: el tiempo presente, no nostálgico- de hacer no recuerdo cuántas películas no sólo olvidables, sino, a la par que encantadora-visualmente levemente entretenidas, sumamente desquiciantes. De hecho, son al desquicio lo que Marion Cotillard es al paro cardíaco del espectador.
¿Por qué? Venga, que lo digo, pues porque para empezar los americanos ricos de cartón piedra ya han sido explotados por Soffia Coppola, aunque es verdad que no en su vertiente escritoral-creativa, y esto no importa nada ahora que lo pienso: Vicky Cristina Barcelona es la cumbre de la risa y de lo falso de “no hay ningún lado por dónde coger esto”, pero lo malo es que en parte es verdad, o es una aspiración. Pero esto ya es social.

Quiero decir que las películas pueden no ser intensas, o estar centradas en personajes veraces -¿veraces cinematográficamente, metafísicamente?-, y no pasa nada, pero lo que no pueden ser es nada.
Woody Allen ha hecho nada ya muchas veces. Nada de que aquí no hay nada. Nada de que estás tratando de, pongamos, inventar a Falstaff partiendo de Chiquito, no porque sean los dos grandes humoristas, sino porque uno es del siglo XVI o por ahí y el otro del XXI. ¿Cómor?
He aquí, brillantemente enlazada por mí, la tesis: el problema de la nostalgia.
Bueno, del tiempo, eso. Allá va. Voy a comentar la película, pues no tengo nada que hacer aparte de ser tronchantemente irónico criticando:

Matemáticamente, es distinto decir que París en 1890 era más era dorada comparándolo con 1920 que si comparas 1920 con 2010.
Quiero decir, he aquí la tesis: globalmente cualquier época pasada fue mejor antes de que se inventara la televisión y el Internet, que yo empleo mucho.
[Tranquilos, tranquilos, que sigo abajo]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
caballero blanco
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