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España España · Tenerife
Voto de Quevedo:
8
Drama Tres amigos van de caza a un coto que fue escenario de una batalla durante la Guerra Civil. Todos ellos están pasando por momentos difíciles, separaciones, problemas con el alcohol, de modo que lo que iba a ser una tranquila jornada de caza se convierte en un enfrentamiento entre los tres. (FILMAFFINITY)
7 de mayo de 2011
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribiendo estas lineas pegado al ordenador, siento que todavía llevo encima del pescuezo el calor pegajoso de ese secarral mesetario, de esa finca de Seseña donde se rodó esta gran película allá por el año 64 del siglo pasado. ¡Aquellos veranos franquistas sí que eran veranos!

Con ese sol irracional y omnipresente que derrite las ideas y desequilibra la mente más templada, a cualquiera se le va la olla y la puede emprender a tiros con lo que sea; conejos, perdices, hurones, lo que sea, incluidos los animales de dos patas.

La amistad, ya lo suelta Alfredo Mayo a mitad de metraje, no se debe confundir con el dinero,
querido; ni con ninguna otra cosa, añadiría yo. Y además tiene una duración limitada en el tiempo, y un quítame allá esas pajas puede dar lugar a una tragedia griega donde muera hasta el apuntador menos comprometido; máxime cuando estás pidiendo que te devuelvan favores imposibles en medio de una solana que cuece los sesos. Y estos tres amigos carniceros llevan ya demasiados años de amistad como para seguir amándose por encima del bien y del mal. Demasiado tiempo juntos para que la amistad no se haya ya corrompido.

En un paraje tan yermo y despiadado como el escenario de esta película, resulta muy natural y ecológico que los personajes que lo pueblan adopten como suyas estas características ambientales y muestren sus sentimientos más profundos disparando a todo lo que se mueve, degollando corderos o desollando conejos. Llegado el momento justo ya nos desollaremos entre nosotros. Y entonces, los latidos de la sangre señalarán, como el minutero y el segundero de un reloj suizo, la hora exacta de ajustar las cuentas. Y aquí paz y después gloria.

Solo dos seres se salvan de la caza; una niña que quiere aprender a bailar el twist y un tio suyo, tullido, que lleva con mucha resignación y mansedumbre una vida de privaciones y miseria. Ni cuando le matan el querido hurón se rebela (un personaje similar, el Azarías de Los Santos Inocentes, el de la milana bonita, sí lo hace) Todos matan porque la locura que producen al alimón el calor y los rencores desencadenan los instintos más atávicos y convierten la existencia más pacífica en un inmundo cenagal, pero a este hombre manso y amaestrado no se le pasa ni por la imaginación liarse a tiros con nadie, siendo quizás él el personaje que con más motivos podría organizar una ensalada de plomo bien servida.
Quevedo
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